.- ¡Charline, Charline! Monsieur Modigliani toca la puerta.
La muchacha de la limpieza clamaba las voces a sordina, desde el entre patio de la inmensa Maison closè ubicada en la calle de la Grand Chaumière, y mientras Dafnée se debatía entre abrir o esperar la orden de Charline, la madrugada de aquel mayo parisino le resultaba demasiado húmeda y la luna y los gatos se alejaban por sobre los tejados con el eco de los golpes que Amadeo daba, clamando desde afuera mucho más que cama y cobijo en la casa de la que fue su primer modelo.
. - Charline ¿Qué hago? ¿Le abro o lo dejo afuera?
Charline le había conocido cuando apenas era una de las jovencitas sirvientas en el atelier que Paul Cézanne construyó a lo largo del Chemin des Lauves, una carretera aislada en la colina de Lauves. Modigliani era uno más de los muchos pintores jóvenes que viajaron hasta Aix en Provence, para verle trabajar y pedirle consejo durante los últimos años de su vida, pero no fue su impronta artística ni la finesse típica de Modigliani lo que la cautivó. Fueron sus profundos ojos, tan azules como los de ella, enmarcados en una rebelde y abundante cabellera azabache y su hermoso porte mediterráneo lo que la enamoró desde el primer día, e incluso aún ahora, trece años después, su mirada poseía ese poder seductor.
.- ¿Qué sucede? ¿Por qué tanto escándalo a esta hora?
.- Es Monsieur Modigliani. Pide pasar. ¿Le abro?
Charline bajó descalza y casi flotando la empinada escalera de madera, mientras ocultaba sus blanquísimas carnes y su provocativa desnudez con un vaporoso albornoz que apenas copaba las aureolas de sus hermosos senos. Las dos mujeres se encontraron en el amplio vivant de la Maison y en el oscuro silencio Charline se debatía entre dejarlo entrar o permitir que muriera de frío en la calzada.
Le había expulsado de su vida seis meses antes cuando supo que Jeanne Hébuterne, la joven que se convirtió en el tema principal de la pintura de Modigliani, estaba embarazada de él, pero como siempre, él regresaba a ella como aquellos gatos rebeldes y promiscuos que vuelven de cuando en cuando, incapaces de curarse ellos mismos sus heridas. Las dos acercaron el oído al portalón, le oyeron respirar con dificultad y toser, y se miraron una a la otra, dubitativas e inseguras, cuando una leve cortina de lluvia comenzó a caer aquella madrugada del 21 de mayo de 1919 en París.
La vida de ambos transcurrió en ocasiones en circunstancias tan extremas una de otra, que mientras él se convirtió en una leyenda del anarquismo bohemio del París de principios de siglo, ella descollaba como una aventajada alumna de la Academia Colarossi, enviada por el maestro Cézanne quien le patrocinó. Allí vuelve a encontrarse con Modigliani, su amor imposible, y traban amistad con Utrillo y Severini; van a vivir todos juntos en los famosos estudios del Bateau-Lavoir en Montmartre y es en estos primeros momentos que la obra de Modigliani se ve influida por Picasso, Gauguin y Toulouse-Lautrec.
Fue a través de ella que Amadeo conoce al doctor Paul Alexandre, que se convertirá en su protector y lo convence para que se inscriba en el Salón de los Independientes. Para ese momento, la estrella de Modigliani comienza a alumbrar el firmamento artístico parisino, mientras que las sutiles composiciones de tulipanes y paisajes de Charline van quedando, a voluntad propia, en un segundo plano, hasta desaparecer por completo en 1908 cuando posa para él en el cuadro que le abriría las puertas grandes de los expresionistas: Cabeza de joven mujer.
Desde 1915 Modigliani realizó su obra más reveladora, compuesta por retratos y desnudos femeninos. Los retratos son a menudo de amigos y personajes conocidos como Max Jacobs (1916) o Jacques Lipchitz y su mujer (1917), pero frecuentemente en sus telas pinta personajes anónimos como en La criadita (1916) Sin embargo, es en sus desnudos femeninos, como Desnudo rojo con los brazos abiertos (1917), en el que desplaza a Charline como modelo e inicia su preferencia por Jeanne, donde sus pinturas rebosan de una sensualidad lánguida y complacida, con una línea sutil y elegante que perfila los cuerpos, y los ojos almendrados de los rostros dotan a las figuras de una melancolía que recuerda a Botticelli.
Tres golpes adicionales recuerdan a las dos mujeres que del otro lado Modigliani vive... Y que se está mojando. Dafnée busca la aprobación en Charline, pero esta mantiene firme su silenciosa negativa, a pesar de un dolor lacerante en el corazón y de dos lágrimas que recorren sus pómulos. Lágrimas idénticas a las que vertió dos años atrás cuando supo por boca de su moribunda madre, que además de los ojos azules, compartía con Amadeo el mismo trazo genético del pincel paterno.
Este relato forma parte del Volumen I de "Relatos Para Contárselos a La Muerte"® Depósito legal lf06120088001563 ISBN 9789801231622 / Radicación internacional Nº 7572 del 21-04 2008 - Todos los derechos reservados © Andrés Simón Moreno Arreche / Editorial Eróstanus™
No hay comentarios:
Publicar un comentario