Johnny y Abdullah ya habían transitado por el desprendimiento de sus cuerpos físicos y por ello, el cuerpo mental inferior había desaparecido inmediatamente con el colapso de sus cerebros. El aura de los siete grados de la entidad astral se desvaneció pocas horas después que el soplo de vida abandonara sus cuerpos, pero sus prannas tardaron un poco más en disolverse con el universo. Ahora, con sus almas inmortales constituidas con la mónada de las tres entidades sutiles: el Espíritu Divino, la Conciencia y el Amor, enfrentaban a los dos avatares antagónicos, sumergidos pero simultáneamente integrados a una burbuja, carente de espacio y de consistencia, desde la que podían divisar la elipsis continua del pasado y el presente de la vida de los hombres. La primera voz que escucharon fue la de Hekamiah:
.- Existe un hilo de plata que los une, desde el comienzo de los tiempos, con el destino mutante y con el que se puede tejer el manto de acontecimientos que les permitirá cancelar sus errores y proseguir el camino de la perfección que conduce a Dios. Para que el destino inconstante de los hombres comience a desatar la cadena de eventos que les expurgarán sus faltas, sólo deben aceptar, ahora y aquí, que han cometido los pecados que todos sabemos que han cometido, estar honestamente arrepentidos y solicitar la misericordia de Dios Todopoderoso. Sólo así podrán continuar en este purgatorio, a la espera de que se consumen los eventos que han de cumplirse en el mundo del cual provienen, para luego proseguir el ascenso, donde otro Ángel más grande, el Arcángel Rafael, les señalará la ruta.
Pero Abaddon, conocedor de las debilidades de los dos hombres, transfiguró su apariencia demoníaca en una hermosa mujer, que apareció ante los ojos de ambos de manera diferente. Johnny la percibió rubia, de ojos azules, con el rostro de Mabel, su esposa, la mirada intensa de Brenda, su vecina de toda la vida y las formas anatómicas de la más atrevida de las chicas de su colección de revistas de Playboy. Abdullah vio en Abaddon a una de las odaliscas vírgenes prometidas por el profeta Mahoma a los fieles del Islam y de las que tanto comentaba desde niño en la madraza de la mezquita donde le asesinaron. Cada una de las representaciones del Ángel de la Muerte habló a cada una de aquellas almas en el idioma de sus ancestros y con la voz más suave y sugestiva:
.- El hilo de plata del que les habla el Ángel, existe sólo para atarlos aquí por toda la eternidad ¿Para qué pedir perdón por unos pecados que ya les fueron perdonados? ¿Por qué deben permanecer aquí, en este ambiente de angustias, cuando pueden, si así lo desean, regresar al mundo del que han venido? Ustedes lo saben y lo sienten: Ese no era su tiempo para morir y yo tengo el poder, que me ha sido asignado por El Altísimo, para regresarles a una vida plena de privilegios y felicidades terrenas, para que puedan cumplir sus deseos y alcanzar todas sus metas. No es necesario ningún compromiso; basta con desear el regreso para volver a la vida, pero cinco minutos antes de los acontecimientos que los trajeron hasta acá, y con mi promesa de que me encargaré aquello que les causó la muerte, no sucederá jamás.
Este relato forma parte del Volumen I de "Relatos Para Contárselos a La Muerte" ® Depósito legal lf06120088001563 ISBN 9789801231622 / Radicación internacional Nº 7572 del 21-04 2008 - Todos los derechos reservados © Andrés Simón Moreno Arreche Editorial Eróstanus™
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