En los espaciosos jardines del hotel Moriah, Eliel y Charlie aguardaban por el colombiano en compañía de Szymon Litvak, el Coordinador Sectorial de la Metsada, la División especial de operaciones del Mossad encargada de los asesinatos, actos de sabotaje, proyectos de guerras paramilitares y la ejecución de los planes de guerra psicológica. Litvak era una leyenda viviente de los servicios secretos israelíes, que se incorporaba de vez en cuando en alguna misión particularmente complicada, como ésta. Su presencia en la reunión ratificaba el apoyo estratégico y táctico del Mossad para la misión de Fabio, concretada un mes antes.
En 1972 Szymon Litvak entró al Mossad y de inmediato fue incorporado al Metsada. Sobresalió en las distintas misiones de sabotaje a las que fue asignado y se reveló como uno de los agentes más silenciosos y efectivos, con un olfato poco común para identificar el momento indicado y el escenario ideal para los asesinatos selectivos de objetivos de alta peligrosidad. Fue el ejecutor de las misiones que la Metsada planificó en Palestina durante todo el año 1973 y entre los trabajos más relevantes, su hoja de servicio registra el asesinato del líder palestino Gassam Kanafani. Ese mismo año integró la Operación ‘Cólera de Dios’ en la que identificó, localizó y ejecutó a 235 de los casi 1.000 terroristas palestinos eliminados en la Franja de Gaza. Pero la hoja de servicios de Litvak no era inmaculada. También tenía algunas notas de demérito, tres para ser exactos: La del 7 de enero de 1974, por el asesinato de Ahmad Boushiki, al que confundió con Alí Ahmad Salameh, el cerebro de la matanza de atletas judíos en los Juegos Olímpicos de Múnich; la segunda, quizás la más grave, no haber identificado a Yigal Amir, el extremista judío que asesinó al Primer Ministro israelí Itzjak Rabin, el 15 de noviembre de 1995. Y la más reciente nota de demérito, la fallida dirección del asesinato de Khalid Meshaal, un importante líder político del Hamas. Por instrucciones suyas, Meshaal fue localizado en el aeropuerto internacional de Jordania y le inyectaron un poderoso veneno. Meshaal murió pero sus hombres no; fueron detenidos al complicarse el plan de fuga. Litvak no les proporcionó un “Plan B” y el gobierno israelí tuvo que canjearlos por seis palestinos terroristas que habían capturado y juzgado tres años antes.
Los tres israelíes compartían la misma mesa y una secreta angustia por la inesperada inasistencia del suramericano. Para Litvak fue un error táctico de Eliel no haberle asignado un Katsa,[1] pero Eliel tenía otra perspectiva:
.- A pesar de su torpeza, hubiera burlado la vigilancia - le replicó a Litvak con un tono seco, después de encender la computadora portátil - Ya tengo su teléfono en cobertura. Llegará en unos minutos.
Charlie estaba sumida en su discreción habitual. Era la única de los tres que no pertenecía al Mossad; su unidad dependía del Departamento de contra-espionaje del Sherut ha-Bitachon ha-Klali, mejor conocido como el Shin Bet, el tenebroso Servicio General de Seguridad israelí. En ese momento, mientras los del Mossad evaluaban las destrezas, habilidades y potencialidades de Ehud Weizman que Eliel captó y grabó desde el satélite el día anterior, ella se refugiaba en sus pensamientos, en el más íntimo de todos, en Mahdi, otro palestino de ojos tristes del que se enamoró en Petah Tivka, una de las muchas ‘salas de conversación’ del Shin Bet. Su historia le conmovió los cimientos de sus creencias más profundas y muchas veces, como ahora, se aseguraba a sí misma que fue por su historia y no por sus ojos tristes que se había enamorado de aquel musculoso palestino de mirada esquiva y escandalosos silencios.
Tendría edad suficiente para un Bar Mitzvah cuando Mahdi lanzó tres piedras a un convoy militar de la ocupación israelí. No causó daños, aparte de arruinar su vida. Fue torturado por los interrogadores y sentenciado a treinta meses de prisión, la mitad de ellos suspendidos luego. Fueron inicialmente diez meses por cada piedra, bajo la acusación de ‘actuar contra la paz’. Era el período de los Acuerdos de Oslo y el juez del tribunal militar, el Teniente Coronel israelí Elí Zeicherman, estaba profundamente inquieto por la paz regional; de lo contrario ¿Por qué habría sido tan duro con aquel muchacho, si no fuera por la paz?
El joven y espigado lanzador de piedras del pueblo de Hawara, en Nablus, tenía entonces quince años diseminados en el cuerpo de un adulto enorme, sin embargo era un niño afligido que había perdido a su padre y había sido enviado a prisión durante un año y tres meses, después de estar sujeto a una serie de torturas deshonrosas, todo por una travesura juvenil. Su niñez, infeliz y vacía, cayó en un abrupto abismo, y su vida que tenía pocas expectativas desde el comienzo, fue devastada permanentemente. Su madre no asistió al proceso. Permaneció confinado en su celda de 2 x 2 metros en Hawara y apenas pudo ver a sus hermanos mayores, Khaled y Husein, de pie al lado de la carretera cuando le saludaron con la mano el día que fue llevado desde la prisión de Megido al Tribunal de Nablus, en una furgoneta con ventanillas de barrotes.
.- ¿Qué sucedió ese día, Mahdi? - le preguntó Charlie en los interrogatorios de Petah Tivka, diez años después de su primera detención.
.- Fui interrogado por un hombre gordo que vestía con pantalones vaqueros. Pidió me desnudara. Me quedé en ropa interior y el hombre gordo me pidió me bajara los interiores. Trajo un trapo y comenzó por apretarme los testículos. Grité. Quería que yo le diera veinticinco nombres y entonces dejaría de apretarme las pelotas. ¿Cómo podría darle veinticinco nombres? Yo no conocía ni diez nombres.
La voz de Mahdi, el hombre, se quebró como entonces lo hizo su voz de niño. También describió las humillaciones que sufría durante los interrogatorios y le habló de los golpes atroces, de sus frecuentes desmayos, de la tubería de caucho con la que castigaron sus piernas y las constantes palmadas en su cara.
.- Claro que lloré, pero ahora ya no lloro por las noches. Yo echaba de menos a mamá.
En el voluminoso expediente que tenía Charlie había una nota, correspondiente a la fecha de aquellos eventos. Sobresalía del fajo porque era un papel inconfundible: Amarillo, tamaño media carta, el típico reporte forense de las prisiones israelíes:
Detenido: Mahdi el-Maliki
Reporte: El prisionero ha sido examinado convenientemente y ningún cambio se encontró en su estado de salud luego de tres meses de reclusión.
Lugar: Megido
Pero Charlie sabía que mientras a aquel muchacho le apretaban los testículos para que completara una lista de veinticinco terroristas que no conocía, el acuerdo de Gaza y Jericó ya estaba firmado. En otro papel se hacía constar que su prisión fue reducida de 15 a 8 meses. Actuaron como atenuantes la edad del muchacho, su condición de huérfano, su situación económica, su pasado sin antecedentes, su arrepentimiento y muy especialmente la intervención de Yossi Sarid, entonces Ministro de Educación, que se horrorizó cuando se enteró que el ‘peligrosísimo terrorista’ Mahdi el-Maliki era tan sólo un niño palestino de quince años. El primer gran sobresalto de Charlie sucedió cuando leyó el argumento central del Fiscal Militar del Juicio de Mahdi ante el Tribunal de Apelaciones:
.- ¿Qué es lo que hay de especial en este muchacho en particular? Después de todo hay cientos de niños que han recibido un castigo de este tipo.
Tres años después de su liberación, los territorios ocupados pasaron a la Autoridad Palestina. A finales de 1997 Mahdi era miembro de la fuerza policial palestina Shikrour; estaba orgulloso de su insignia y por primera vez en su vida había encontrado un objetivo, una razón para vivir. Sin embargo, su felicidad fue efímera. Aparecieron los problemas mentales los cuales, con seguridad, se iniciaron en el trauma de la tortura y en su prolongado encarcelamiento cuando era apenas un adolescente. Fue despedido después de medio año de servicio por recomendación del médico de la policía y su arma le fue confiscada.
Charlie lo vio por primera vez sentado en el suelo, con el cuerpo encorvado, perdido en sí mismo, bajo un sol llameante, en el control militar de Tarqumilla. Era un hombre musculoso y bronceado, un titán con barba cerrada y ojos tristes a quien tenía que interrogar por petición de las autoridades locales. Tarqumilla se había convertido en una especie de nuevo hogar para él, una ciudad que le plantaría un nuevo reto: Resistirse o aceptar ser un ‘colaborador’. En aquel pueblo Mahdi no tenía casa. Pasaba sus noches entre la casa de su hermano Husein y la de su hermana, la esposa del carnicero Abdullah.
.- La historia de mi vida es la historia de Palestina bajo la ocupación israelí.
Fue la primera declaración que le dio cuando Charlie inició su interrogatorio, una parte importante en sus investigaciones de contrainteligencia ordenadas por el Comando Central del Shin Bet.
.- Después de la prisión no regresé a la escuela. Trabajé de vez en cuando en Israel. Estuve arrestado como ‘ilegalmente presente’ y me fue activada mi sentencia suspendida. Me pasé dos años en casa. Yo tenía una suspensión de sentencia y no me permitían entrar a Israel. Aún así trabajé allí exactamente tres días, entonces la policía me cogió con otros dos obreros palestinos: Seis días de prisión. Le dije al Juez que mi condicional había terminado pero él me dijo: ‘Usted no tiene permiso de entrar”. Quiso imponerme seis meses. Llamé a un tío que está casado con una mujer judía que tiene una tarjeta de identificación azul. Vive en Ashdad y les pedí que vinieran y me ayudaran, pero entonces tus compañeros del Shin Bet me enviaron a la prisión de Ramie. Allí conocí a Gilad, la persona por quien preguntas. Yo le dije ‘Ahlan washalan’ [2] y él dijo ‘¿Qué estás haciendo? ¿Estás creando problemas aquí?’ Le dije ‘No, yo estoy trabajando. Yo no soy terrorista. No estoy creando problemas. Tengo un nivel y un martillo. No tengo nada qué ocultarte’ Dijo: ‘Bien, ¿Eres buen muchacho?’ Respondí que sí, le dije: ‘Sigo la línea recta, ni a la derecha ni a la izquierda. Yo estoy aquí para trabajar, no en el Frente Popular ni en Hamas. Podría ir a ellos y conseguir dinero pero yo no quiero eso. Quiero trabajar y nada más.
.- ¿Fue todo lo que hablaron? - le interrumpió Charlie.
.- No. El dijo ‘Bien, yo puedo darte un permiso para trabajar en Israel y dinero también, sólo trabajando para mí un poco’. Le dije: ‘¿Cuál trabajo?’ El respondió: ‘Espía un poco. Dime a dónde van las personas’. Le contesté: ‘Yo no quiero trabajar así.’ Me dijo: ‘Tú te irás ahora a casa sólo si trabajas para mí.’ Le contesté:’ ¿Usted me dará problemas en el Tribunal?’ Dijo: ‘Ni te daré problemas ni te ayudaré’. Al otro día fui ante el Tribunal. El Fiscal dijo ‘Este sólo cumplió una parte entera. ‘Entendí que Gilad había creado problemas para mí. Me dije ‘Ahora iré a la cárcel por dos años, pero la Juez, una muchacha excelente, muy buena, me impuso sólo seis meses de suspensión. Entonces me fui a casa.
.- Pero no fuiste a tu casa. En el expediente se señala que te presentaste en el Consulado Estadounidense.
.- Si. Fui allí para conseguir visa. Tengo dos hermanos viviendo en América: Muriel, en Houston Texas y Zuheir, también en Houston, pero no fue posible. Entonces fui a Jerusalén, a la casa de mis hermanos mayores. Les dije ‘Quiero estar con Muriel y Zuheir en América. Ayúdenme a firmar la visa de los americanos’ Pero ellos me echaron:’ ¡Yallah!’[3] Gritaron desde la puerta de sus casas, en Jerusalén ‘Fuiste prisionero. Estás excluido. Vuelve a Tarqumilla.’ Me fui a casa de mi cuñado Abdullah ¿Qué más podía hacer? No había trabajo para mí. Allí estaba el 13 de agosto de 2002. Estaba durmiendo. Eran las cinco de la madrugada cuando tus amigos del Shin Bet llegaron. No corrí porque yo sabía que no había problema. Reconocí a Gilad en el grupo. Pasó a mi lado y preguntó: ‘¿Qué estás haciendo, Mahdi? Respondí: ‘Todo está bien’ El me dijo: ‘Necesito verte en mi oficina.’ Me vestí de inmediato y me despedí de mi cuñado. Pero me llevaron de nuevo a la cárcel. Seis días otra vez. Al sexto día fui ante el Tribunal de Salem. El Juez me dijo: ‘Usted está creando problemas.’ Le pregunté: ‘¿Qué clase de problemas?’ Respondió: ‘Piedras. Tú le lanzas piedras a los soldados y al pueblo israelí’ ‘¿Le parece que yo arrojo piedras? Vine voluntariamente hace seis días porque nada tengo qué temer, pero me encarcelaron. Me llevaron a la zinzana. [4] He estado allí hasta hoy y sólo he dormido dos noches.’ Luego me llevaron a otro interrogatorio y de regreso al Tribunal: ‘Realizaste un ataque terrorista. Eres del Tanzin.’ [5] Dijo el Fiscal. Le respondí: ‘Nadie me ha acusado de eso. Ni antes ni ahora. No sé de qué me hablas.’ Veinte días más de arresto por ‘Agresión verbal al Fiscal’ y regresé al Zinzana.
.- Algo hiciste - argumentó Charlie - algo, porque en los tribunales nada sucede si no existe un motivo.
.- Fui a la Silla de las Mentiras - la prueba del polígrafo en la que Charlie desconfiaba tanto - Si uno miente la silla habla. Me hicieron seis preguntas para verificar las respuestas en la silla: ¿Conoces a los terroristas? ¿Por qué fuiste a Marruecos? ¿Quién puso la bomba en Egipto? ¿Cuánto te pagaron por el bombazo en Irán? ¿En cuál línea aérea viajaste? ¿Quién armó los explosivos?’ Mi cabeza palpitaba. No sabía de qué me hablaban, pero me hacían pensar que yo sabía lo que no sabía. ‘Tal vez te dieron una droga para olvidar. ¿Qué te inyectaron? ¿Dónde te pincharon? ¿Había una mujer con ellos? ¿Cómo te llamas, en verdad? Gilad me arrojó un mazo de llaves, moví la cabeza y golpearon en la pared. Cuando terminó el interrogatorio dijo: ‘Irás a prisión por tres años. Veinte días en la zinzana.’ Enfermé en la zinzana y el doctor de la prisión sólo me dio Acmol [6] Después de ocho días me dijeron: ‘Te vas a casa.’ No podía creerlo.”
.- ¿Por qué no te presentaste ante el Juez?
.- Estaba aquí, en Petah Tivka, sentado en la Comisaría. Me dijeron: ‘No hay quien pueda llevarte al Tribunal de Salem. Ni siquiera hasta el control militar. No podrás llegar a tiempo para la audiencia.’ Ellos dijeron: ‘La policía de fronteras podrá llevarte a cuatro kilómetros del control militar.’ Les dije: ‘No tengo permiso. La policía vendrá y me cogerá y yo tengo una ‘suspensión.’ Ellos me dejaron lejos del punto de control. Fui a pie y tuve miedo. Telefoneé a mis hermanos y dijeron: ‘¿Cómo iremos nosotros? Hay puntos de control y no tenemos tarjetas de identidad.’ Caminé mucho. Había colonos y el Ejército. Después de tres, cuatro horas un automóvil de Kafr Qassem vino y me llevó. Me quedé en Hawara durante dos semanas, entonces salí y vine aquí. Llevo aquí ocho meses sentado por todas partes. No consigo trabajo. No tengo casa. No estoy casado. No tengo dinero. Simplemente estoy cansado. Si voy a Hawara, la policía de fronteras me cogerá. Me tenderán en el suelo durante horas, averiguarán y dirán: ‘Eres un alborotador. Eres uno del Tanzin.’ Todo por tres piedras que lancé, sin saber por qué, hace diez años. Duermo en casa de mi hermano o en casa de mi cuñado y como a sus expensas. Tengo miedo a entrar en Israel y no hay trabajo aquí.
Charlie lo vio inclinar su potente torso para colocar los codos en las rodillas y enterrar su rostro entre sus antebrazos. Estaba sentado en cuclillas frente a ella, con la espalda bruñida de músculos curvada hacia delante. Era un gigante abatido por tres piedras del pasado.
.- Shin Bet ha arruinado mi vida - murmuró para sí - No quiero crear problemas. No quiero ser de Hamas, sólo trabajar para casarme algún día y tener hijos. Muchos y sanos hijos.
De repente calló y no murmuró nada más. Estaba desalentado y permaneció en silencio durante mucho tiempo, con la mirada fija en los guijarros del suelo y en sus rústicas sandalias de albañil. Charlie apagó el grabador. Se levantó de la silla, se acercó a Mahdi y en un desconocido arrebato maternal le acarició su abundante cabellera azabache. Él no le respondió la caricia, pero el vuelco que dio su corazón le advirtió que su vida cambiaría para siempre.
Súbitamente apareció Ehud Weizman en los espaciosos jardines del Hotel Moriah. Litvak y Eliel estaban concentrados en la pantalla de la computadora portátil, observando la señal satelital del teléfono de Ehud que se desviaba hacia el Norte de Jerusalén y fue Charlie quien los alertó de su presencia.
.- Buenos días - les saludó con el regusto de haberles pillado - ¿Se entretienen con la computadora? - y dirigiéndose a Charlie que ya venía hacia él con una inefable cara de sorpresa
. - Shalom, sobrina ¿Por qué no le das un abrazo y un beso al hermano preferido de tu madre?
Fabio Londoño se había mimetizado una vez más, ahora en el cauto y familiar judío sefardí que habla un hebreo básico con fuerte acento andaluz; una transformación impresionante por la acuciosidad de los detalles: Leve encogimiento de hombros, suave inclinación de la cabeza, dos novedosos rizos de pelo que le colgaban desde las patillas y una cadencia de rabino ilustre que se reflejaba desde su bekishe[7] negro hasta en el caminar lento y pausado. Después de abrazar a la desconcertada muchacha, metió mano en el negro sobre todo de los judíos ortodoxos y como un sefardí apegado a las tradiciones, le regaló a la muchacha una caja de Latke[8], un obsequio típico de la gastronomía artesanal judía para celebrar la fiesta del Hanukkah. La tomó por el brazo y mientras se dirigían hacia Eliel y Litvak le hizo la admonición de rigor:
.- Y no los comas todos de una vez. Recuerda los cólicos que te producen.
.- ¡Qué maravilla! - se dijo mentalmente Szymon Litvak - Este es el camaleón que necesitamos.
Al llegar a la mesa del jardín, Eliel se levantó ceremoniosamente para saludar, como corresponde, al tío de su novia que está de visita. Igual comportamiento hizo Litvak, quien fue presentado por Eliel como ‘mi supervisor de ventas en la compañía’. Los huéspedes y turistas que ocupaban las mesas adyacentes ni siquiera se percataron del acontecimiento. No había nada de especial en una chica judía y su novio que le dispensan una visita al tío viajero. Litvak rompió el protocolo y entró de lleno.
.- Me llama la atención su inesperada visita de esta mañana a los lugares santos. ¿Algún interés en particular que podamos conocer?
.- Y a mí me llama la atención su presencia - lo dijo en tono suavemente hosco, dirigido a Eliel. Si hubiera sabido que en nuestra reunión de hoy tendríamos la agradable compañía de uno de tus ‘supervisores’ me hubiera eximido de realizar una simple e inocente visita matinal a los monumentos religiosos de Jerusalén… - y dirigiéndole una fría mirada a Szymon Litvak - …o tal vez no.
.- Temimos que pudiera extraviarse… como le sucedió al teléfono que le regalamos - terció Eliel.
.- Si. Reconozco que no soy muy apegado a los artefactos tecnológicos. Probablemente se me habrá quedado en el taxi, pero con todas las conexiones satelitales de que disponen ustedes, presumo que ya lo habrán ubicado y que en este momento lo estén recuperando ¿Me equivoco?
.- “En absoluto - respondió Litvak - Se lo podremos regresar dentro de una hora. Mientras tanto ¿Qué les parece si continuamos nuestra plática en algún otro sitio más…reservado?
.- Me parece bien. - Dijo Eliel.
.- No tengo inconveniente. - aprobó Fabio.
.- Voy a buscar el carro. - se despidió Charlie.
Eliel canceló la cuenta y mientras los tres hombres se dirigieron a la salida del Moriah, Charlie fue al estacionamiento para buscar su Peugeot 206, una berlina 4 puertas, convenientemente equipada con sistema de posicionamiento global, acceso encriptado a supranet en tiempo real y totalmente blindada. Salió de la rampa del estacionamiento subterráneo con la inmediatez que ameritaba la reunión y llegó a la zona de embarque del Moriah con la precisión de su legendaria puntería. Partieron con rumbo desconocido para Fabio, pero con ruta determinada por Litvak. Darían un largo paseo que se inició en la Avenida Sultán Suleiman, la despejada y amplia vía que bordea el Norte de la Ciudad Vieja.
Al llegar a la intersección con la Autopista Nablus, giraron hacia el Noreste; el trayecto los llevó hacia la Escuela Bíblica, pasaron cerca de la sección consular de la Embajada de los Estados Unidos y de allí, con rumbo Nor-Noreste, hacia el Palacio de Justicia y la Universidad Hebrea. La circunvalación de la zona Norte de la ciudad no tuvo nada de turística y sí mucho de simbólica porque los parajes y las vías preseleccionadas por Litvak ofrecían la privacidad y el recato necesarios para el ajusticiamiento limpio y silencioso: Amplias y sombreadas avenidas, arborizadas con frondosos robles, cedros y cipreses que emulan al bosque de Biriya; aceras despobladas de peatones indeseables; meandros de jardines sinuosos en exclusivas y solitarias urbanizaciones que se sucedían una tras otras en largos trechos vallados de las exclusivas edificaciones de lujo; o a través del tránsito espeso de una ruta quebrada y veloz por las zonas populares, repletas de escondrijos y atajos por donde condujo Charlie a velocidad casi suicida. En los asientos de atrás se acomodaron Litvak y Fabio. Eliel, de copiloto, se sentó a medio cuerpo delante del coordinador de la Metsada para tener una visual directa con el suramericano. Con las primeras dos mil revoluciones del silencioso motor del Peugeot gris se inició la reunión.
.- Vamos a conversar aquí. - rompió el hielo Szymon Litvak - ¿Cómo prefieres que te llame? Fabio… Ehud… ¿Algún otro nombre?
.- Como te parezca mejor, pero de acuerdo con el atuendo que me ves, creo que es más prudente que me llames Ehud. ¿Puedo saber hacia dónde vamos, o ésta es una de esas ‘guías turísticas sorpresa’?
.- Un paseo de bienvenida, nada más - intervino Eliel - Y para hacerlo más seguro y conveniente, en el carro de ‘tu sobrina’, que como puedes suponer nos da la libertad de movimiento y la privacidad que necesitamos ¿No es así?
Litvak sentía que era vital conocer, precisar y definir muy bien al hombre que tendría la responsabilidad de realizar un conjunto de misiones difíciles, delicadas y sumamente peligrosas, no sólo para los ejecutores y sus víctimas; especialmente para el gobierno de Israel. No compartía todas las apreciaciones de Eliel, especialmente aquellas en las que su agente se refería con displicencia del suramericano, porque no estaba totalmente convencido que fuera un novato en su primera misión, aunque aceptaba que a Ehud le faltaba experticia internacional. Los constantes ‘quiebres’ de agenda que le hizo Ehud a Eliel en apenas 24 horas y el extravío, a propósito, del teléfono celular digital con el que pretendieron controlar todos sus pasos, indicaba que el enviado de Absalón no era un novato cualquiera. Sus habilidades camaleónicas apuntaban hacia un entrenamiento intenso y específico, y aquella mirada, una mirada de fuego disparada desde un rostro gélido e inexpresivo, que combinaba con prolongados silencios previos a cualquier respuesta, le confirmaba a Litvak que Eliel estaba equivocado en muchas de sus evaluaciones al suramericano. Por todas esas razones y por cierta corazonada indefinible, Litvak quería profundizar en el análisis de aquel hombre antes de dar comienzo a las misiones. Tenía todo a su favor: El control logístico, el acceso directo a Absalón sin el conocimiento de Ehud y tiempo, mucho tiempo, porque en su mundo, siete días son una eternidad.
Por experiencia propia sabía que el terrorismo contemporáneo devino de problemas políticos hacia las necesidades para el cambio y las aspiraciones de la población, pero no estaba totalmente seguro que los objetivos religiosos de Absalón engranaran en los suyos. Muchas de las causas legítimas han sido alteradas desde procesos legales no-violentos hacia las acciones fanáticas del terrorismo y el único ingrediente esencial para una ejecución limpia y eficiente siempre ha sido un líder bien centrado, dedicado y carismático que pueda controlar con mano de hierro a los ejecutores de las misiones y simultáneamente mantener una visión clara de los objetivos a corto, mediano y largo plazo.
Para Litvak, Absalón reunía todas esas características; le conocía lo suficiente como para no dudar de su liderazgo, pero hubiera preferido que le enviara otro emisario, preferiblemente uno de los conversos a la iglesia nueva que provenían de los pacificados frentes de la FARC o tal vez otro, de las filas del desmovilizado ELN. Cualquiera de ellos era garantía de éxito porque vendría con la preparación única que puede dar el movimiento guerrillero más antiguo y mejor formado del planeta; sin embargo Absalón seleccionó a un desconocido bogotano, con formación judía y Fe cristiana; políglota, metódico, desapasionado y excesivamente violento de ser necesario. Pero para armar un grupo de acción coherente y disciplinado Litvak tendría que categorizar y ubicar a Ehud en cualquiera de las tres clases de operantes. De los resultados de ese análisis dependía la decisión final de Litvak de respaldar o no los planes de Absalón.
La ‘escuela de Litvak’ defendió siempre la teoría de que un grupo comando bien organizado debe contener las tres categorías de individuos: criminales, idealistas y sicópatas, pues cada uno aporta a la misión un ingrediente fundamental para el éxito y como en toda receta, el secreto está en la combinación eficiente de los componentes, en el orden de esos elementos y en su calidad. El miembro de mente criminal aporta la sangre fría, la precisión y el control necesarios para la ejecución de las acciones de fuerza. Es el táctico por naturaleza y en las misiones organizadas por Litvak suele ser el que comanda el ataque y la retirada. El idealista es la fuente de inspiración, la garantía de control ideológico para evitar que las disgregaciones y la fantasía de sus compañeros desplacen a la misión del rumbo trazado. Controla y supervisa a los demás integrantes de la célula comando y suele ser la persona en quien recae la responsabilidad de dirigir la logística y la organización del entrenamiento de la misión. El psicópata, el tercer ingrediente, es la persona ideal para los momentos desesperados. Es el que opondrá la mayor resistencia si llegaren a fallar el ‘Plan A’ y el ‘Plan B’. Es el más creativo, el más osado y en circunstancias desesperadas, la diferencia entre el éxito y el fracaso. Pero también es el menos coherente. Usualmente focalizan sus furias internas y sus desadaptaciones hacia la experticia de una habilidad, frecuentemente letal y de tecnología de punta.
¿En cuál de las tres categorías encajaba Ehud? Discernirlo era fundamental para saber qué esperar de él y dónde y cómo ubicarlo dentro de los acontecimientos por venir. ¿Estaban en presencia de un criminal? Los criminales generalmente conocen las consecuencias y son más predecibles. ¿Sería Ehud un idealista? Los idealistas son defensores políticos con una personalidad mucho más compleja que la del criminal. Su misión suprema es la de publicitar su causa para impresionar a quienes supuestamente están representando, y puesto que los idealistas creen que lo que están haciendo es correcto, que el fin justifica los medios, y que lo están haciendo en representación de la humanidad, son individuos mucho menos predecibles que los criminales. En la mayoría de los casos, los idealistas que conoció Litvak no tuvieron el apoyo de la mayoría de la población, pero eso no les importó. A estos individuos les basta con algún acto bien publicado y alarmante que utilizan para agregar veracidad en sus amenazas, como chantaje durante las negociaciones y para crear mayor presión hacia sus causas.
Szymon Litvak era un convencido que, en términos generales, las organizaciones políticas terroristas occidentales raramente son suicidas; el suicidio como instrumento táctico ha sido utilizado recientemente por los movimientos islámicos de la ultra ortodoxia, como Al-Qaeda, Hamas y Al Fatah, y este no era el caso ¿Sería el suramericano un psicópata encubierto y bien entrenado? El terrorista psicópata es posiblemente el individuo más peligroso y el menos previsible en cualquier comando. Litvak conocía algunos casos de misiones dirigidas por asesinos sicópatas, pero en la mayoría de los casos los sicópatas actuaron independientemente, tratando de corregir algún mal, real o imaginado. Algunos quieren hacer una declaración pública, mientras que otros quieren influenciar los eventos. En la mayoría de los casos, el psicópata sigue una agenda propia que mantiene oculta no obstante participe de una misión conjunta, y no dudará en alterar o modificar los planes para beneficio de sus intereses, aunque ello signifique la muerte de sus compañeros.
Cuando supo, 48 horas antes, que el emisario de Absalón era Fabio Londoño, el mismo ‘Fabio’ a quien entrenó junto a un puñado de jóvenes en Bogotá, trató de imaginar cómo habría evolucionado el perfil general del suramericano. Por la edad, Fabio encajaba dentro de los parámetros etarios del terrorista urbano suramericano, que generalmente fluctúa ente los 20 y los 35 años, y su condición de hombre sin ataduras sentimentales corroboraba el perfil pues en Suramérica, el terrorismo urbano continúa siendo un fenómeno predominantemente masculino pues la participación femenina constituye menos de 16 por ciento, y el papel que ellas desempeñan suele estar confinado a la recolección de inteligencia, mensajerías, enfermeras o personal médico.
En cuanto al estatus civil, el terrorista es, el 90 por ciento de los casos, un hombre solitario y soltero, pues los requerimientos de movimiento y flexibilidad impiden que el terrorista urbano disponga de tiempo para las responsabilidades familiares. Así que por edad, género y estatus civil, Fabio encajaba perfectamente en la clasificación de Litvak, pero habría que clarificar su motivación y para eso estaban allí, en el carro de Charlie, transitando por la zona Norte de Jerusalén, para medir en todas sus dimensiones las fortalezas, las debilidades, las amenazas y las oportunidades de aquel suramericano.
[1] Katsa: Mercenario de vigilancia o protección local, usualmente un civil que es ‘transparente’ para las autoridades locales, que ha sido ‘sembrado’ por el Mossad en el entorno con mucha antelación. Persona comprometida con los servicios secretos israelíes en el exterior.
[2] Ahlan washalan Bienvenido
[3] Yallah: ¡Vete! En Hebreo
[4] Zinzana: Encierro solitario en una celda de 1.5 x 2.5 metros. Aislamiento de castigo en las cárceles israelíes
[5] Tanzin: Grupo rebelde de palestinos en la franja de Gaza que integran una especie de hermandad. Célula guerrillera del Hamas
[6] Acmol: Una marca de aspirinas muy popular en el Medio Oriente.
[7] “Bekishe” Chaquetón a media pierna, usualmente negro o azul marino, elaborado con seda.
[8] “Latke” Pastelitos hebreos hechos con la masa de la papa, convenientemente aderezada con abundante cebolla y perejil.