Ehud Weizman siempre fue un creyente de doble personalidad. Un judío converso. Un cristiano judío. Una ambigüedad que extrañaba a muchos, pero que en nada le turbaba. Ehud era hijo de un sefardí español revendedor de esmeraldas y de una diseñadora de modas, cristiana practicante, que en su juventud fue elegida Miss Colombia. Llevaba en su sangre el doble torrente de ambas convicciones religiosas. Su Bar Mitzvah fue inolvidable aunque esa noche, a solas con su madre, como todas las noches, se arrodilló al lado de su cama para recitar a dúo la oración preferida de ella:
.- Ángel de la guarda… Dulce compañía… No me desampares… Ni de noche ni de día.
Al salir para el colegio hebreo imitaba en todo a su padre, hasta en su gesto para tocar la ‘menorah’ adosada al dintel de la puerta de la calle. Fue un niño judío, exteriormente judío, hasta los catorce años: El secuestro y posterior asesinato de su padre cambiaron muchas cosas en su vida. Transformó radicalmente otras, como su ‘cristianización’. Entonces fue un judío cristiano a partir de un bautismo obligado e inconsulto. A los dieciocho años se sacó a escondidas, como muchos en la frontera, dos cédulas de identidad: Una de extranjero, como Ehud Weizman, otra de colombiano, como Fabio Londoño. Fue su secreto durante esos años juveniles, incluso ahora, ya sacerdote jesuita involucrado de lleno en la Iglesia Nueva.
Todo converso tardío tiene una característica que Absalón cultivó y estimuló en Fabio: El fanatismo. Y cuando ese fanatismo es religioso se convierte en un arma ciega y poderosa, y transforma a los hombres en el soldado ideal para llevar a cabo una cruzada, que como cualquier guerra emprendida en cumplimiento de un voto y dirigida contra los infieles, convirtió a Fabio en el primer ungido de la Sexta Cruzada contra el Islam: la contra jihad. No fue necesario un entrenamiento severo, Absalón perfiló la conducta de Fabio Londoño, el sacerdote, para que el judío Ehud Weizman ejecutara la acción con algunas lecturas escogidas, como “Teología de La Liberación: Génesis y Trayectoria” de Gastón Fessard, s.j.; “La Iglesia Católica y el Movimiento de Liberación en América Latina” de J. Gringulevich, y como complemento a las lecturas, mucha conversación y análisis de contenido. Cuando el fruto estuvo maduro y la ocasión propicia, no hizo falta más que un planteamiento sugerente, una inducción sutil:
.- Entonces, Fabio ¿Contamos contigo?
.- Estoy dispuesto a dar mi vida, si es necesario.
.- ¿Y la vida de nuestros enemigos también?
La afirmación salió del brillo intenso de aquellos ojos ambarinos. Con aquel compromiso, Fabio se confirmaba como un legionario de la fe y de ahí en adelante nada sería pecado, porque todo se haría por la gloria eterna de Dios, para preparar al mundo para la venida de El Mesías, librándolo de herejes y con una Iglesia Nueva fundada en la Palabra antigua, que guiará a su rebaño hacia la reunificación con Jehová.
El contacto con Elke Braun lo hizo a través de Misha Gavron, un extremista del ala derecha del partido Likud, cerca del Muro de Los Lamentos. Vestía de sport, como cualquiera de los miles de turistas y fieles que visitan en abril los lugares santos de Jerusalén.
.- Shalom Ehud ¿Llevas mucho tiempo esperando?
.- Shalom - respondió, nervioso, al desconocido.
.- Yo soy quien esperas, pero no podemos hablar aquí. Ven conmigo.
Ehud continuó caminando con la pausa de los rebaños de turistas que siguen a su guía. A su lado, pero mirando a la guapa guía del recorrido, Misha continuó con su monólogo:
.- Haces bien en desconfiar. Yo haría lo mismo. Para disipar tus dudas, toma. - le extendió un papel rosado que Ehud ignoró.
.- Anda, léelo. Es del Park Plaza Hotel, donde te alojas. Te espero allá cuando termine la gira. Shalom Ehud.
Misha lo dejó caer y se fue. Cuatro pasos más adelante Ehud se devolvió para recogerlo. En efecto, era una nota telefónica del Park Plaza con un mensaje, un número y un nombre: Eliel. Ehud continuó la gira por Tierra Santa hasta el final y de regreso a la ciudad nueva llamó al hotel desde el ómnibus para cancelar su estadía.
.- No importa que queden esas dos noches a mi favor. Las usaré en otra oportunidad ¿Podrían enviar mi maleta al Moriah? No, el servicio fue estupendo. ¿El Mensaje? Si, lo recibí. … No, no fue por eso. Entendido… Entonces ¿Puedo pedirle a la guía que me deje en la vía del Moriah? Bien, aquí se la comunico. ¡Señorita! Quieren hablar con usted desde el hotel.
Tardarían cuarenta y cinco o cincuenta minutos para llegar, tiempo suficiente para pensar en otra táctica si no le funcionaba ésta. Estaba seguro que era seguido y que su teléfono podía estar intervenido. Por eso pidió bajar antes de llegar al Moriah, en la esquina de la calle Agron con el bulevar King David, y caminó hasta la estación de combustible de la calle Emile Botta. Aguardó allí media hora más y llamó al desconocido Eliel desde un teléfono público.
.- Shalom ¿Quién eres?
.- Shalom, Ehud ¿Qué te pareció la gira por el Muro de Los Lamentos?
Era la voz de Misha.
.- Te esperaba en el lobby del Park Plaza, pero veo que prefieres sitios más refinados como el Moriah. Vaya, tienes suerte. Te dieron una de las mejores suites, y los chicos del Park Plaza le abonaron el cincuenta por ciento de tu saldo ¿Aló? ¿Me escuchaste, Fabio Londoño?
Ehud colgó de inmediato y palpó su breviario de oraciones en el bolsillo derecho de su americana. Allí, desde la página treinta y tres hasta la doscientos noventa, ocultaba su pistola Walter PPK-2. La mención de su nombre latino la disparó todas las alarmas. Ese nombre era totalmente desconocido para cualquiera en ese lado del mundo, y que se lo haya mencionado aquel desconocido podía significar cualquiera de dos opciones: O estaba descubierto y cercado, a disparo de francotirador, o estaba en contacto con la persona correcta. Asumió lo peor. Se reintrodujo en el denso flujo peatonal del bulevar King David y allí permaneció entre la oleada y la resaca de personas, procurando la proximidad de aquellos que vestían ropas similares o del mismo color. Se escuchó una detonación seca, sorda, ominosa, pero él fue el único que se lanzó al piso. La furgoneta Vespa pasó a su lado con el estrépito de su escape libre y Ehud la vio alejarse desde el piso, con el rostro abotargado, henchido de sangre y un rubor inevitable en sus blanquísimos carrillos. Una anciana menuda y amable se le acercó para ayudarle a ponerse de pie y recomponer su dignidad.
.- Tome, padre. Su teléfono. Parece que está recibiendo una llamada. Y no se asuste tanto. Esta zona de Jerusalén es segura.
.- Shalom, Ehud - La misma voz de instantes previos- Dispongo de unos minutos más. Si no vienes al Moriah no hay trato. Entonces tendré que pedirle a Absalón que envíe a otro mensajero. Un consejo, Ehud: Deshazte de ese teléfono. Es demasiado fácil localizarte a través de él. Si, te estoy viendo en este momento. Voltea hacia el cielo para grabar tu rostro desde el satélite - Un silencio - Anda, apúrate en venir que quiero presentarte a alguien.
No fue fácil llegar al encuentro de Eliel con la dignidad intacta. Desde la entrada le identificó manipulando una compacta laptop junto a una impresionante rubia, mientras ambos se concentraban en la pantalla. Aunque todo indicaba que aquel hombre podría ser su contacto inicial, abrió su breviario y se preparó para un enfrentamiento. En ese momento, la promesa de su confirmación le vino a la mente:
.- Estoy dispuesto a dar la vida, si es necesario.
.- ¿Y la vida de nuestros enemigos también? – recordó la propuesta de Absalón y su respuesta fue el mismo brillo en sus ojos.
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