Editorial Eróstanus C.A.

Editorial Eróstanus presenta en este blog la producción literaria de Andrés Simón Moreno Arreche. Cada uno de los relatos, poemas, cuentos y novelas poseen depósito legal, ISBN y radicación internacional a través del Servicio Autónomo de Propiedad Intelectual de Venezuela (www.sapi.org.ve) y además están registrados en Safe CREATIVE. Es inaceptable la reproducción parcial o total de los textos posteados, sin la formal autorización de la casa editorial y del autor.

Bienvenidos

Bienvenido a mi blog "Las Narraciones de Eróstanus". Aquí podrás encontrar relatos breves, que hallarás agrupados en el mes de noviembre 2010, y 22 capítulos de la novela "El Ocaso de los Tulipanes", colgados en orden decreciente en el link del mes de diciembre 2010.

Los relatos breves, la gran mayoría de menos de 2.000 palabras, a excepción de tres, fueron publicados en una compilación en el año 2008 con el título "Relatos Para Contárselos A La Muerte"(ISBN 978-980-12-3162-2). Una segunda edición está en la imprenta de la casa Editorial Eróstanus C.A. patrocinadora de este blog.

La novela "El Ocaso De Los Tulipanes" es una narración de largo aliento. Se trata de 23 capítulos (22 de ellos colgados aquí) en los que se desarrolla una trama compleja que expone al lector las aparentemente imposibles, pero muy reales asociaciones entre las insurgencias latinoamericanas, el terrorismo internacional y los avatares de un presuntamente próximo cisma de la Iglesia Católica romana.
La primera parte comprende los 5 primeros capítulos. En ellos, la aparición de 'El Ángel de la Palabra' (Adonay Jinnú) antecede al inicio de una gran cruzada de concienciación mundial.
La segunda parte ('Los presagios de la Trinitaria Blanca') la integran tres intensos capítulos en los que Bianca, K'bar y muchos otros personajes del primer capítulo colocan al lector en una vorágine de eventos que se desarrollan en Europa, África y Oriente Medio.
Cierra la novela con los acontecimientos que desencadenará un tenebroso y escurridizo personaje, Absalón, su discípulo (Ehud Weizman) y los mercenarios de éste. Bogotá, Tierra Santa y los Montes vascos de Irún son los escenarios del desenlace de una historia densa, rica en personajes y ambientes, y apasionante de comienzo a fin.

Siéntate en tu butaca preferida y ponte cómodo para sumergirte en mis relatos y en mi novela. Sé bienvenido a mi mundo.

Andrés Simón Moreno Arreche

viernes, 3 de diciembre de 2010

CAP 18 - El Ocaso de los Tulipanes / Tensiones en Jerusalén y Bogotá

Un cosquilleo similar experimentaba el sacerdote jesuita Fabio Londoño, transmutado en Ehud Weizman, frente a frente con Misha Gavron y Elke Braun.

.- Imagino que eres Eliel y la señorita es…

.- Shalom, Ehud. Me llamo Misha pero para ti soy Eliel. Ella es Charlie, aunque no se llama así, como supondrás. Ven, siéntate con nosotros y mírate en pantalla: Hemos grabado toda tu gira.

Ehud, con su desconfianza intacta, se acercó levemente, pero fue Elke la que venció sus recelos con una sonrisa inocente y un espacio a su lado.

.- Te informo que somos amigos. A los efectos de ésta, tu primera visita a Jerusalén, somos conocidos. Así se lo hice saber a la recepcionista: Ella es tu sobrina predilecta. Yo soy su amiguete de ocasión. Como puedes imaginar, tu actitud no cuadra con la escena, así que suéltate y asume tu papel del sefardí que viene de España a visitar su parentela hebrea.

.- Pero… Yo creía que…

.- Tú, no creas nada - le replicó Elke al oído, mientras le daba un inocente y familiar abrazo - Sólo preocúpate por traer objetivos y pasta. Lo demás corre por cuenta nuestra ¿Estamos?

Los tres iniciaron una amena conversación de naderías, con risas y anécdotas ficticias, hasta que una menuda empleada del hotel, vestida de falda gris y almilla vino tinto les interrumpió.

.- ¿Señor Ehud Weizman?

.- Si, soy yo.

.- Por favor, rellene la ficha de ingreso ¿Me permite su pasaporte?

.- Si. Aquí está… Y tome mi tarjeta de crédito.

.- No hace falta – la recepcionista se turbó con la intensa mirada de Misha - Usted es invitado del señor Gavron y además tiene un depósito, acreditado a consumos, que nos ha remitido el Park Plaza. Bienvenido. Cuando entregue la ficha en recepción le devolveremos su pasaporte.

La cara de Fabio se dejó asomar a través del rostro de Ehud. Una mirada encapotada de odios y recelos antiguos le indicó a ambos el peligro de engañar a aquel menudo sacerdote. Las referencias que tenía Misha de él eran, mitad buenas mitad malas. No rigurosamente ciertas, pero sí aproximadas. No se trataba de un novato pero ésta era su primera misión de importancia. Tenía el entrenamiento básico, pero carecía experticia y roce internacional. Venía solo y sin apoyo logístico, pero…

Eran esos ‘peros’ los que le redimían. Podía ser un musulmán, un judío o un cristiano copto sin tacha ni mácula, con tan sólo un simple cambio de vestiduras. Dominaba perfectamente el hebreo y el árabe, además del español con acento peninsular y con acento andino, y su inglés, británico y culto, podía revestirlo con el conveniente acento judío, árabe o sudamericano de acuerdo con la ocasión. No tenían referencia específica de una sólida experticia en armamento o explosivos, pero viniendo de donde venía le suponían con un conocimiento más que suficiente en las artes del terrorismo urbano, aunque aquel lanzamiento a la acera de un par de horas antes daba mucho argumento para dudar de sus presuntas habilidades. Ni siquiera pudo descubrir a Rebeca, la amable anciana que le seguía desde que desembarcaron en el ómnibus del Park Plaza, en Tierra Santa, y que le devolvió su teléfono diciéndole en inglés …”Tome, padre. Su teléfono está recibiendo una llamada” Debió identificarla de inmediato, o al menos presumirla como ‘sospechosa’, porque aunque él no vestía sotana, ni tenía crucifijo o un rosario a la vista, le había identificado como un sacerdote y le había dicho ‘padre’, una palabra en español utilizada exclusivamente en Hispanoamérica para referirse a los sacerdotes católicos romanos, que la amable anciana injertó en su impecable inglés.

.- Ahí falló de nuevo. Vamos a tener problemas con él. - sentenció Misha, mientras le observaba en la pantalla de su computador portátil, vía satélite y en tiempo real.

.- No seas tan exigente. Es su primera misión en Europa. - le defendió Charlie - Además, fíjate cómo pasa totalmente desapercibido. Es un fantasma. Es nadie y todos al mismo tiempo.

Y ahora lo tenían de frente, tenso y con aquella mirada que no era de felicidad, precisamente.

.- Sugiero que te calmes. Como dijo ella, somos tus amigos, pero mientras tengas esa actitud… No, no. No… Mírame a los ojos y escucha con atención: mientras tengas esa actitud y esa mirada estás arriesgando la misión… Y ni se te ocurra abrir tu breviario.

Y sin apartarle la vista, clavándosela en los ojos ambarinos de Fabio, le ordenó secretamente a Charlie:

.- Toma su libro negro, ve al comedor y espéranos allí hasta que nuestro amigo recobre la compostura.

Con la naturalidad de cualquier chica moderna, Charlie tomó el menudo pero pesado breviario en su regazo, desplegó sus magníficas piernas con el bronceado único del mediterráneo y se despidió de los hombres con un beso sutil que dejó en el aire para Misha y un adiós para Ehud, abanicado con su mano derecha. Ehud le siguió con la mirada. Misha no. Quince minutos después almorzaban los tres en el ‘Tower Lounge’ del Moriah, bañados con la cálida luz que filtraba el vitral del techo, diez metros arriba, y por la refrescante sensación de privacidad de las palmeras enanas y de follaje exuberante que aíslan a los comensales en un archipiélago de mesas distribuidas en el amplio salón comedor.

La cena de los periodistas no fue tan íntima, pero sí más frugal. Se les unió José Del Rey con novedades que se resistía a revelar frente al gigante del Norte, hasta que acabada la cena Antonio tomó la jarra del café, lo repartió a sus amigos y les dijo:

.- Tomad y bebed todos de él, porque este es el elixir de nuestra alianza.

Un breve silencio fue la antesala de una sonora carcajada que retumbó en el comedor y en el postre de las decenas de silenciosos comensales de ese turno. El fogaje de la vergüenza pública recalentó los carrillos de José Del Rey, mientras Antonio, aún de pie como un oficiante, reía con la jarra del tinto bailándole entre las manos, al ritmo de sus risotadas. Cuando la calma regresó a la mesa y los tres recobraron la compostura, fue el momento propicio para las confidencias.

.- Hermano José, Simón Hearth es, además de un amigo de vieja data, un periodista de investigación: El mejor. Tiene en su poder la otra parte del dossier y toda mi confianza, tal como la he depositado en usted.

Volteó a su izquierda y enfrentó a su colega:

.- Simón, el hermano José es el Camarlengo de esta Santa Sede. Tiene a su cargo la Secretaría de Operaciones Administrativas, desde la mayordomía del patrimonio hasta la prefectura de los asuntos económicos. Está tras los pasos del misterioso Absalón y me imagino que tiene algo qué decirnos. Adelante, hermano, puede hablar delante de él con toda confianza.

El comedor se fue vaciando poco a poco y el choque de los platos al ser recogidos para la limpieza se combinaba con el eco sordo de una llovizna pertinaz y un aroma de montaña húmeda, como si el Señor de Monserrate estuviera allí, abrazándolos en una complicidad mística.

.- Prefiero que continuemos la conversación en otro lugar - sugirió el cauto hermano José - Estas paredes pueden llevarle el cuento al esquivo Absalón. Vayamos a mi oficina.

.- ¿Y en su oficina no hay paredes? - preguntó Simón Hearth con sarcasmo de periodista curtido en mil batallas y con los más difíciles líderes mundiales.

.- Si las hay, pero esas me lo cuenta todo. Sólo a mi, se lo garantizo ¿Le parece que mi oficina está bien don Antonio?

Fue un pulseo innecesario promovido por el estadounidense, pero que sirvió para comprobar el ‘tono muscular’ de José Del Rey en la firmeza y seguridad de sus ideas y de su protagonismo. Fueron los últimos en retirar los platos de la mesa y mientras se dirigían hacia la salida del comedor, uno de los tres celulares replicó con insistencia.

.- Adelántense ustedes - se excusó Simón Hearth - Llamada desde New York.

Otro celular sonó, pero sin el tono de modernidad de la delgadísima tarjeta Motorola “Q” del periodista del New Yorker.

.- Shalom Leví - respondió Misha - estamos con él. No, ahora no. Muy bien, te mantendremos informado. Shalom. Cortó la comunicación y se dirigió a Ehud:

.- Mañana en la mañana organizaremos un nuevo plan, así que tómate el resto de la tarde y descansa. Si te provoca salir en la noche, llama a Charlie.

Le proporcionó un teléfono digital de tercera generación, con cámara de video incorporada, acceso a supranet y la señal encriptada:

.- Ella es el uno. Yo soy el siete. Puedes llamar a cualquier parte con toda seguridad.

El contacto de Ehud con el Mossad israelí lo estableció Absalón desde las oficinas de la Security and Intelligence Addvising –S.I.A.- en Bogotá, pues desde la década del 2010, los servicios de inteligencia israelí tuvieron cada vez más injerencia en las fuerzas de seguridad en los gobiernos locales. La primera acción ‘oficial’ en Latinoamérica consistió en la disolución del grupo antiterrorista CERO de Argentina, y la consecuente compra de armas en Israel por casi todos los países del Cono Suramericano. En Argentina, la presencia del Mossad fue groseramente abierta y descarada. A partir del Decreto 344/1 del 14 de noviembre de 2003, expediente. Nº 2214/110-D- 2003, la Casa Rosada contrató los servicios de la S.I.A., una organización privada de inteligencia, que según definió el decreto es para “servicios de seguridad e inteligencia en el despacho del titular del Poder Ejecutivo y en dependencias de la Gobernación, como así también en la sede de la Representación Oficial de la Provincia en la Capital Federal”.

En realidad, la firma S.I.A., que fuera objeto del contrato, poseía domicilio en la ciudad de Buenos Aires, (Avenida. General Indalecio Chenaut Nº 1793) y se trataba de una organización paramilitar internacional conformada por agentes del Mossad, el servicio secreto del Estado de Israel, según la propia organización afirma en su página Web http://www.siacorp.com/. La S.I.A. fue la que originalmente entrenó al grupo argentino antiterrorista CERO en mayo de 2003 convocados por el entonces senador argentino Alperovich. Así lo afirman en su sitio de Internet incluso con reproducciones de páginas del diario El Siglo, pues lo consideran parte importante y representativa de sus antecedentes para conseguir “clientes”, aunque el grupo CERO tuvo una gradual desarticulación que culminó con su desaparición, en coincidencia con la transferencia de la seguridad personal de altos funcionarios gubernamentales (la Presidenta incluida) a los agentes de la S.I.A.-Mossad que se entrenan en Tucumán y que desde hace tiempo adiestran allí a otros agentes, exportando sus técnicas hacia países vecinos.

La S.I.A., con oficinas filiales en otros países latinoamericanos, entre los que se cuentan Chile, Uruguay, Brasil, México y Colombia cobijó siempre las operaciones del Mossad en Latinoamérica. Agentes del Mossad tuvieron responsabilidad directa en el tráfico de armas a Ecuador, Panamá y Colombia y operaron activamente en Venezuela en el derrocamiento de Hugo Chávez, por medio de sus agentes Víctor Manuel García, pretendido gerente de una compañía encuestadora que se adjudicó la dirección civil del movimiento militar contra Chávez, reconociendo que su comando de dirección lo tenía en Fuerte Tiuna, e Isaac Pérez Recao, que comandó un grueso contingente de paramilitares armados que llegaron a tomar por asalto la Comandancia de la Armada Venezolana en la última asonada militar.
Fabio era totalmente consciente que el Mossad, posiblemente la organización criminal más importante del planeta, desplazando al segundo lugar a la popular Central de Inteligencia Americana, tenía agentes infiltrados en la Iglesia Episcopalística, entre ellos a especialistas en técnicas de tortura, y en novedosos métodos investigativos (que en Israel son legales en tanto se trate de árabes o palestinos, pues se trata del único Estado del planeta que legitimó la tortura por medio de resoluciones de su Suprema Corte de Justicia) entrenados y especializados en la falsificación de pruebas, documentos y hechos destinados a utilizarse en procesos judiciales para inculpar de cualquier delito grave a quien se considere enemigo, si su carácter de tal no implicó violación de la ley alguna.

Como una careta pública, la S.I.A. se describe a si misma como una organización dedicada a ‘asistir a nuestros clientes para que desarrollen exitosamente sus negocios en ámbitos complejos, y así permitirles controlar y erradicar todos los riesgos a través de la preparación de un portafolio en seguridad, inteligencia y protección que sea flexible y a su medida’ y la verdad inobjetable es que existe un mercado internacional organizado de seguridad e inteligencia cuyos miembros incluyen a las agencias de inteligencia de la región. En ese mundo operan comerciantes, comisionistas, militares y ex-militares, y representantes de la industria armamentista como también grupos de irregulares, incluyendo los representantes de escuadrones de la muerte y narcotraficantes.

Desde aquellos años estuvo claro que todo apuntó a dejar inoperativos a los principales grupos de élite de contrainsurgencia en toda Latinoamérica, para colocar en manos de estos mercenarios una suerte de “privatización” de las fuerzas de élite. La nueva función de estos grupos llamados ‘de seguridad’ siempre fue de inteligencia y no de prevención o represión del delito común, porque en todas las regiones donde han actuado, los mercenarios se han manifestado como ‘especialistas ineptos’ en la lucha contra el delito común que afecta a los ciudadanos, pues sólo están entrenados exclusivamente en la protección del poder de los poderosos.

Ehud pasó casi toda la noche en vela. No había ni motivo ni tiempo para dispendiar en el ejercicio de un turismo supervisado por la gente del Mossad. Tenía mucho en qué meditar como por ejemplo su inminente reencuentro con Szymon Litvak, su primer entrenador.

Con un gesto estudiado, Litvak acercó la luz amarillenta de una lámpara ennegrecida por cagadas de mosca tropical y repasó la ficha personal de Fabio, uno de sus reclutas colombianos. Tras un largo silencio, levantó la cabeza y sin mirar a los dos entrenadores que lo flanqueaban clavó los ojos de halcón en el muchacho que permanecía inmóvil.

.- Estamos planeando mandarte al extranjero. Allí tu vida seguirá absolutamente bajo nuestro control, le dijo y sus palabras quedaron flotando en el aire saturado de la tienda de campaña.

.- Recuerda que la organización vigila al hombre no sólo a través de una policía visible, sino que lo controla como una policía invisible, que está dentro de ti y que no dejará escapar nada, murmuró uno de los asistentes del entrenador.

.- Estoy preparado para cumplir...

.- Si te decimos ‘emborráchate’, debes beber alcohol hasta quedar inconsciente. Si te decimos ‘cásate’, tendrás que colgar los hábitos y buscar una mujer para desposarte. Si te decimos ‘no tengas hijos’, debes obedecer. Si te decimos ‘coloca una bomba en un lugar determinado’, estarás preparado hasta para sacrificarte si es necesario, advirtió el comandante.

.- Y no creas que aquellos que son muertos en el camino de Dios están muertos. Ellos están vivos y serán felices por la gracia que Dios les ha acordado, aseguró el asistente del Mossad.

Por un instante, Fabio se imaginó en el Paraíso. Le vino a la mente la idea que le habían martillado desde el primer día de entrenamiento:

.- No pienses en nada. En nada que no sea tu misión.

Entonces miró a su jefe con ojos brillantes pero inexpresivos y se limitó a bajar la cabeza en señal se asentimiento. Sus instrucciones le llegarían bajo el aspecto de una anodina carta comercial, de un despacho de mercadería o de una reserva de hotel; tal vez por un inofensivo spam a su cuenta de e-mail –triangulado desde cualquier computadora pública de un país europeo o norteamericano para encubrir su verdadero remitente- y en él se le impartiría la orden de poner en marcha el atentado. Un atentado que decidido desde hace varios meses. El e-mail será recibido en los próximos días por el responsable de la célula en Jerusalén, que tal vez sea una pequeña red de comerciantes, o la asociación de medianos empresarios; quizás un grupo estudiantes latinoamericanos en rol de intercambio universitario, o de algún personal de las fuerzas de seguridad que funcionan bajo una disciplina de hierro. Recordaba las recurrentes admoniciones de Litvak en relación con los terroristas árabes, en especial y muy a propósito con quienes perpetraron los dos ataques terroristas en Argentina, que servía de recuerdo y de escarmiento, simultáneamente:

.- Quienes perpetraron los esos dos ataques no son aficionados como los del World Trade Center o el de Oklahoma. Son profesionales que, desde un punto de vista técnico, ejecutaron operaciones de demolición casi perfectas.

Litvak se refería, con cierto aire de respeto, a los dos terroristas árabes más peligrosos:

.- Ni Khaled Kelkal, el argelino responsable de media docena de atentados terroristas registrados en Francia en agosto de 1995, ni ‘el ingeniero’ Yihya Ayash, jefe de los comandos suicidas de Hamas, asesinado por el Shin Bet en enero de 1996 con una carga explosiva colocada en un teléfono celular, manejaron nunca cargas explosivas tan voluminosas, complejas y mortíferas como las que se explosionaron en la AMIA argentina.

De acuerdo con la apreciación de Szymon Litvak, la célula terrorista que operó en la Argentina poseía conocimientos muy profundos sobre las características de los explosivos militares y comerciales, manejaba al detalle la conformación de cargas especiales y cargas dirigidas, así como la manera más conveniente de acondicionar las mezclas para lograr efectos muy precisos y predeterminados.

.- El grupo contó con un aparato de inteligencia demasiado sofisticado para una célula común, pues realizaron un detallado reconocimiento de la Embajada de Israel sin ser detectados y accedieron a los planos maestros del edificio de la AMIA. Afirmaba Litvak enérgicamente.

Los terroristas no sólo tuvieron en sus manos los planos, sino que efectuaron cálculos precisos sobre la estructura y utilizaron la cantidad exacta de explosivos para provocar la demolición total del edificio. Para el entrenador del Mossad, el hecho de que los terroristas que concibieron y perpetraron los dos atentados anteriores lograran salir impunes y mantener intactas sus redes locales, potenció la sensación de inseguridad y desamparo colectivo. Esa fue una de sus principales cartas de triunfo. Los escasos recursos en dinero, esfuerzos y capacidad intelectual destinados a investigar, castigar, anticipar y defenderse del terrorismo, convirtieron a la Argentina y a Latinoamérica toda en un blanco al alcance de cualquiera, no sólo de los autores de los ataques anteriores, sino de las vastas oleadas de verdugos que aún en este milenio alimentan el sueño de consumar el crimen para gloria del Islam.

En ese momento, Litvak puso al aire la reproducción de un audio histórico, entre un funcionario norteamericano sin identificar y su contraparte argentino, como un recurso pedagógico inolvidable para los asistentes. Era un segmento de una conversación telefónica a la que habían borrado nombres y lugares:

.- Le recuerdo que el gobierno de Estados Unidos tiene información de terroristas de Medio Oriente que podrían estar planeando un ataque contra un blanco estadounidense no especificado en América del Sur. Los datos adicionales le serán entregados tan pronto estén disponibles, sentenció una voz metálica, evidentemente ‘filtrada’.

Era uno más de los sucesivos comunicados de alerta emitido durante 1995 por el Departamento de Estado, que sumió a la Argentina en un estado de orfandad e indefensión. La otra voz, con acento latino en un vocabulario inglés inobjetable, intervino en el diálogo telefónico

.- ¿El blanco podría ser nuevamente la Argentina?

.- No se lo puedo asegurar, pero ustedes pueden estar nuevamente en la mira de los terroristas, porque reúnen las cinco condiciones que, al presentarse de manera simultánea, constituyen una suerte de imán para el terrorismo: Primero, porque poseen blancos importantes. Segundo, porque tienen operativa una célula local que ha probado su capacidad. Además, han permitido el asentamiento y desarrollo de una comunidad fundamentalista local. Cuarto, actualmente su país no tiene importantes complicaciones políticas; y en quinto lugar está el hecho haber ejecutado dos atentados y permanecer impunes hace que la probabilidad de un nuevo atentado sea elevadísima.

Este diagnóstico fue reconfirmado días después por Martin Kramer, director del Centro Moshe Dayan de Estudios sobre el Medio Oriente de la Universidad de Tel Aviv y uno de los principales especialistas internacionales en el terrorismo de signo chiíta, en una conferencia privada dictada a puestas cerradas en la Universidad de New York:

.- Si la Argentina no logra eliminar o revertir a su favor por lo menos uno de esos cinco factores simultáneos de riesgo, existe un serio peligro de que los autores de los atentados se vean tentados a repetir.

Ningún experto se atrevió a vaticinar lo que harían los terroristas en el futuro y es que los terroristas son rígidos en cuanto a su ideología y a sus fines pero, a diferencia de lo que afirma la leyenda, son extremadamente flexibles en cuanto a sus tácticas, modus operandi y selección de blancos y como cualquier persona, responden a los éxitos, a los fracasos, y a las acciones e intenciones del enemigo.

¿Contra qué nos enfrentamos? ¿Cuál era el propósito final de nuestra misión? Estas eran dos preguntas que lanzaba Litvak de abreboca en los escasísimos momentos de ‘intimidad limitada’ que prodigaba de vez en cuando, sólo a sus estudiantes más sobresalientes. Fabio grabó en un DVD una de aquellas charlas y encendió su laptop para ver la cara de un Litvak más joven que el actual, y para escucharle por enésima vez. La escena: una amplia sala-comedor de uno de los apartamentos que poseía uno de los katsa[1] que tenían sembrados por toda Bogotá:

.- Este es nuestro objetivo. Su nombre es Munir Makdah, pero todo el mundo lo conoce como Abu Hassan y es comandante de una base de entrenamiento de Hezbollah donde en julio de 1994, circularon los volantes en los que el grupo Ansar Allah del jeque Subhi Tufaily se adjudicaba la voladura de la sede de la AMIA en la Argentina. Es el comandante de Ein Al Hilwah, uno de los mayores campamentos palestinos ubicados al sur de la ciudad portuaria de Sidon, en el Líbano, y desde sus 43 años, ocupó cargos jerárquicos en la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), pero en 1993, cuando Yasser Arafat proclamó el adiós a las armas, se incorporó a Hezbollah y consiguió que Irán financiara sus operaciones.

La cámara de Fabio hizo un lento acercamiento hacia la vieja pantalla de plasma, en la que Litvak proyectaba desde su pen-drive las imágenes de apoyo para su charla:

.- Los reclutas de Munir Makdah son muchachos parcos y endurecidos por un entrenamiento implacable. Varios de ellos no superan los 16 años y ninguno los 28. De todos modos, ni uno sólo festejará su próximo cumpleaños. Su futuro está grabado en los rostros como una escritura antigua y fosilizada.

Las imágenes de muchachos, la mayoría jovencitos casi niños, con la inocencia aún plantada en la mirada, fueron sucediéndose una tras otra. Algunas tenían la fecha de nacimiento y la de sus principales misiones. Otras, sólo las de nacimiento y correspondían a los rostros más juveniles. Litvak prosiguió:

.- En la historia del Islam, el chiismo ha sido el partido de los vencidos. Tanto la identidad del chiismo como la de los reclutas se alimentan con la memoria de las sucesivas derrotas en las que el héroe es a la vez mártir. Los mueve la esperanza de que surja un líder capaz de revertir la historia y colocar a los de abajo, a las víctimas, a los oprimidos, en la vanguardia. Para muchos de estos chiitas -tanto iraníes como libaneses-, la esperanza de redención se resume en la mirada fulminante del ayatolá de turno.

En charlas como ésta, Fabio se enteró desde joven que los reclutas islámicos reciben lecciones tácticas para emboscar tanques, semiorugas de transporte y otros tipos de vehículos usando cargas explosivas laterales en los caminos y misiles antitanque Sagger. Pese al carácter universalista, cosmopolita y tolerante del Corán y del Islam, las interpretaciones rígidas, anacrónicas y tendenciosas que de estos textos sagrados hacen los fundamentalistas, trastocan la palabra sagrada en instrumentos del odio. Los combatientes que integran la brigada aprenden, de boca de los clérigos, que en la desigual batalla contra Israel, el suicidio es el arma más potente. Según el Islam, la muerte de los hombres no es su aniquilación. Con la muerte, el espíritu que es imperecedero, se desata, corta sus lazos con el cuerpo para proseguir, su existencia particular sin el cuerpo. El Corán dice que ‘El ángel de la muerte al cual estáis confiados, os recogerá y luego seréis conducidos hacia vuestro Señor’.

Un video aficionado, tal vez captado desde un teléfono celular de cuarta generación, muestra una sesión de entrenamiento a futuro suicidas dentro de una madraza. La voz de Litvak calla para dar paso al sonido ambiente del salón. El diálogo entre un estudiante y su instructor es en árabe coloquial semítico, pero con algunas frases en dialecto Najdí:

.- ¿Se debe advertir a la futura víctima?

.- Es preferible hacerlo, aunque la tradición nos dice que las advertencias no son obligatorias.

.- ¿Está justificado el asesinato de un inocente?

.- No, pero hay dos clases de inocentes: los que no tienen ninguna relación con la futura víctima, que nunca deberían ser atacados, y los que de una u otra forma dependen de ella (su comitiva, su familia), que no deberían ser atacados si es posible evitarlo. Por ejemplo, la víctima que esté acompañada puede ser atacada por la noche, con la certeza de que es imposible distinguir claramente los blancos.

.- ¿Se puede volver la espalda al enemigo?

.- Huir del campo de batalla y volver la espalda al enemigo, implica que el fugitivo desestima una vida más preciosa y más querida que la vida en la sociedad. El Altísimo promete formalmente al desertor el suplicio del fuego. Dice el Corán: Cualquiera que vuelva la espalda en ese día, a menos que se adjunte otro combate o se reúna a otra tropa, ése, desata la cólera de Dios; su refugio será la Gehnna[2]

La voz y la imagen de Litvak retornaron a la pantalla de la portátil de Fabio, con un torpe movimiento de cámara que desbalanceó el encuadre inicial:

.- El éxito que desde hace varias décadas conocen las mezquitas en todo el mundo musulmán no se debe tanto a que en ellas se hable de Dios, sino más bien a que allí se utiliza un lenguaje que ha resistido la presión cultural de Occidente. Para millones de musulmanes, el Irán de los ayatolas enarbola la bandera de una revancha histórica de todos los pueblos árabes musulmanes que padecieron el dominio colonial de Occidente. Los clérigos chiitas han introducido en el terrorismo una nueva dimensión: la sacralización a través de la santidad. Esta doctrina posee raíces antiguas que la distinguen de las demás en tres aspectos: Primero, como la Guerra Santa no puede tener otra meta que la victoria total y la conversión de la humanidad al Islam, rechaza cualquier concesión de orden político. Segundo, santifica a todos los combatientes de la fe verdadera; y tercero, promete conceder la entrada al paraíso a quienes exterminen a los enemigos de Alá. Por ello los pilotos suicidas van a la muerte con una sonrisa en los labios, una copia del Corán guardada cerca del corazón y una llave de plástico, que abrirá las puertas del paraíso, en el bolsillo del pantalón. Para quienes no lo saben, el paraíso de Mahoma se representa con imágenes de hermosas mujeres desnudas, fuentes de agua y refrescos helados que contrastan con la aridez de sus vidas.

Una oleada de risitas nerviosas recorrió la apretada asistencia, una disgregación momentánea que Litvak aprovechó para observar el comportamiento de los asistentes y evaluar el grado de madurez de cada uno de ellos. Cuando el silencio del entrenador se hizo penosamente evidente, los asistentes callaron abruptamente y el taller prosiguió. Fabio regresó la grabación para detallar el rostro del instructor. Entonces comprendió que nada sucedía sin que Litvak obtuviese alguna ganancia informativa. Se sonrió y prosiguió con la reproducción de aquella sesión informativa:

.- Según los relatos de los candidatos - incluyendo los palestinos de Hamas y la Jihad Islámica- los hombres bomba creen ciegamente que la inmolación les abre las puertas a un goce sexual pleno en el paraíso. Una prueba de esta fantasía es el ritual de bañarse y afeitarse como si fueran a encontrarse con su prometida. Justamente, Bilal Fah, uno de los primeros terroristas islámicos fue descrito como un mártir ‘novio’ que se ‘desposó’ con la muerte.

La explicación simplista y tranquilizadora de Szymon Litvak sostiene que es la religión la que motoriza a los suicidas. Pero para Fabio esto no era totalmente cierto, más falso aún desde que asistió a una de las estupendas charlas del profesor Ariel Merari. El profesor Ariel Merari, un especialista en terrorismo y psicología de la Universidad de Tel Aviv que estudió los casos de 33 suicidas libaneses, llegó a la conclusión de que sólo un tercio era religioso. Los restantes eran nacionalistas o seculares y en contra de la impresión que pretenden crear los chiítas y los grupos pro sirios, que hasta 1986 fueron los únicos que perpetraban este tipo de ataques, la reserva de fanáticos dispuestos a suicidarse resulta ser cada vez más limitada. En muchos casos, los suicidas aparentes fueron realmente engañados por quienes los enviaron a cumplir sus misiones, haciéndoles creer que sobrevivirían a la operación. Son los que llamó el profesor Merari ‘mártires a control remoto’.

De acuerdo con la tesis del profesor Merari, la crisis de las ideas, la derrota del socialismo y el desencanto con la postmodernidad, empujaron a millones de jóvenes al fanatismo religioso. De allí, el camino hasta un campo de entrenamiento terrorista no es demasiado largo: en el polígono de tiro de los fundamentalistas islámicos, los blancos no son latas, sino toscas siluetas de tamaño real, que remedan a soldados con muecas en la cara y bayonetas caladas, ‘aderezados’ con una estrella de David para que no quepan dudas que son israelíes.

Litvak pulsó un interruptor y la pantalla de su presentación se tiñó del azul característico de los antiguos televisores plasma de primera generación. Fabio continuaba concentrado en las palabras y la imagen de su entrenador en el laptop:

.- El entrenamiento islámico es muy riguroso. Comienza con la elaboración de la ficha personal de cada combatiente, y la información allí consignada es sistemáticamente controlada por la contrainteligencia y confrontada con cada nuevo dato que vaya apareciendo para evitar la infiltración del enemigo. En cada etapa del entrenamiento, los jefes machacan una serie de principios que modelan el pensamiento y la acción de los combatientes: disciplina, obediencia a la cadena de mandos, seguridad, y confidencialidad, planificación e implementación, evaluación de las experiencias adquiridas y vida espartana.

Litvak no decía nada nuevo. Quienes como aquellos jóvenes universitarios aspiraban a pertenecer a cualquier organización de contra terrorismo, sabían por intuición, por elemental sentido común, que la obediencia, la confidencialidad y la evaluación permanente serían los ejes transversales de una formación básica sustentada en el entrenamiento ininterrumpido. Aún así, la audiencia estaba literalmente concentrada en las palabras del entrenador israelí, que capturaba la atención de los muchachos por la fama que le precedía, y embebía a las cursantes con su timbre de voz y un porte de galán mediterráneo, que sin querer el israelita subrayaba con las mangas de la camisa toscamente arrolladas hasta los codos:

.- Para merecer el privilegio de pertenecer a cualquier organización terrorista islámica, los reclutas deben reformar y purificar sus vidas: el alcohol, los cigarrillos, las drogas y las mujeres deben ser dejados de lado. Cada uno de estos principios es el tema central de una conferencia dictada por un cuadro militar o un clérigo chiíta. Los combatientes jamás deben preguntar el nombre verdadero de ningún miembro de la organización o mencionar el propio; tienen que reportar a sus superiores cualquier cosa inusual, por trivial que pueda parecer. Porque, ¿Quién es un patriota y quién puede ser un traidor? Nadie lo sabe a ciencia cierta y precisamente por eso la búsqueda no cesa. Los oficiales de contrainteligencia nunca descansan. Observen con detenimiento esta sesión de reclutamiento. El muchacho ya ha llenado la ficha de vida y está frente a su entrevistador. Pongan especial atención en el lenguaje corporal del muchacho.

La escena apareció de inmediato. El enfoque del video, un ‘plano entero’ de dos personas, no permitía la identificación del lugar, aunque en el subtítulo aparecía la leyenda: ‘Madraza de Masjid-i-Shah, Isfahan, República Islámica del Irán’ y se podía identificar el característico doble tono de las paredes de esa mezquita: mármol de carrara en el piso y hasta los dos metros de las paredes, y hermosísimos azulejos aguamarina, verdes y malva hasta el techo.

.- ¿De dónde vienes?

.- De Turquía.

.- ¿Eres palestino?

.- No.

.- ¿De origen árabe?

.- Si.

.- ¿Algún miembro de tu familia trabaja para algún servicio de inteligencia?

.- No. Tengo dos tíos en los Estados Unidos pero hace muchos años que no mantengo contacto con ellos.

.- ¿Y que hay de ti? ¿Trabajas o has trabajado para algún servicio de inteligencia?

.- No.

.- ¿Estás seguro?

.- Si, absolutamente.

.- Esto es cosa de vida o muerte. Recuerda que en Beirut firmaste una declaración aceptando la pena de muerte si se descubre que tienes alguna conexión con un servicio de inteligencia. Quiero que cuentes nuevamente toda la historia de tu vida, pero quiero que esta vez escribas absolutamente todo lo que sepas sobre cada uno de los miembros de tu familia.

Siempre hay razones para la desconfianza. La penetración del enemigo es frecuente en la actividad de inteligencia y una de las más decisivas en el contraterrorismo. Israel y los EEUU son los países que priorizan ese tipo de actividad y durante años han reclutado, principalmente en Europa y en forma masiva, estudiantes árabes nor africanos para infiltrar las diversas redes del terrorismo. Sin embargo, por su estructura cerrada, compuesta por clanes familiares, los grupos fundamentalistas chiitas son los de más difícil penetración.

En una escuela de inteligencia que la CIA y el Mossad manejan en Marruecos, Litvak se familiarizó con las características particulares, la jerga, la ideología y la estructura social y religiosa de cada grupo árabe, que ahora enseña a jóvenes como Fabio, quienes luego son reimplantados en Europa o en Medio Oriente con instrucciones de oficiar de carnada, frecuentando ciertos bares o instituciones, utilizando determinada jerga para esperar, pacientemente, la aproximación de los reclutadores.

Los chiitas saben que no sólo tienen que cuidarse de la infiltración israelí y norteamericana; también de las agencias de inteligencia de Siria, Arabia Saudita y de Paquistán que permanentemente plantan sus espías, no sólo en las organizaciones islámicas, sino también dentro de los servicios de seguridad de los países vecinos. Las artes del espionaje y la infiltración islámica quedaron en evidencia cuando el militante fundamentalista turco Mehmet Ali Bilici contó su historia. En una confesión filmada en video en 1994 en Estambul, el arrepentido Bilici describió el entrenamiento que recibió en un campamento terrorista iraní, cerca de la ciudad sagrada de Qom.

El y los otros reclutas siguieron cursos de instrucción militar básica, técnicas de inteligencia, comunicaciones cifradas, explosivos y operaciones encubiertas. Según el artículo publicado en la revista Time bajo el título ‘La Conexión Teherán’, Bilici recibió ‘órdenes directas’ de los iraníes para realizar operaciones terroristas en Turquía. También admitió haber secuestrado a dos opositores al régimen de Teherán, que luego entregó a los servicios de inteligencia iraníes (SAVAMA) para ser asesinados durante la filmación de un video que sacó al aire la cadena pro iraní Al-Jazeera.

Fabio estaba allí porque había superado el agotador entrenamiento básico y sobrevivido a las innumerables pruebas y trampas de la contrainteligencia. El y un puñado de latinoamericanos fueron elegidos para integrar las Misiones Especiales del Directorio de Inteligencia, el nivel más alto que se accede antes de pasar a formar parte de la Coordinadora Regional. La distancia que separa a un miliciano de un graduado en Misiones Especiales es abismal: no es lo mismo emboscar una patrulla que perpetrar un atentado en Ottawa, Río de Janeiro, San Pablo, Johannesburgo o en el mismísimo medio oriente.

Sólo unos pocos jóvenes llegan al campamento de las Misiones Especiales. Generalmente lo hacen de noche y con los rostros cubiertos, los alojan en un sector separado del resto de la base, protegida por una alambrada y dos docenas de guardias y perros adiestrados; duermen en una hilera de tiendas individuales y no tienen permiso para intimar con ningún otro miembro del campamento. El entrenamiento de este grupo de élite está a cargo del comandante de la base en los que dicta cursos que se adaptan a las necesidades específicas de cada misión. Allí recibió Fabio sus primeras nociones básicas de inteligencia, aprendió a asumir identidades falsas y a actuar sin llamar la atención, ensayando una y mil veces cómo chequear el lugar acordado para una cita, cómo realizar tareas de seguimiento y contra seguimiento, y cómo enviar mensajes cifrados a la base.

Como la mayoría de las misiones suelen ser en territorio extranjero, los instructores ponen mucho énfasis en la fotografía, el dibujo de planos y mapas y en la redacción de informes. A Fabio le enseñaron a desarmar, armar y disparar las pistolas más comunes y las más sofisticadas; las de calibre convencional, como la Beretta F92 con proyectil 9 milímetros, como la potentísima Desert Tagle, calibre .444. También fue convenientemente adiestrado en el uso, desmonte y mantenimiento de sub ametralladoras, especialmente la Galil calibre 5.56. También a limpiar y embalar el armamento para que se pueda conservar enterrado y en cómo localizar arsenales escondidos en países distantes. Una segunda prioridad del entrenamiento según el ‘método-Litvak’ consistió en desarrollar las destrezas necesarias para el traslado de armas y explosivos al extranjero, cómo obtenerlas localmente y cómo esconderlas. La tercera de las destrezas básicas fue la adquisición de documentos de identidad y pasaportes legítimos. Todo eso en sólo doce semanas.

Esforzándose por parecer tranquilo el día de su graduación, Fabio se enjugó la frente con el pañuelo y permaneció en silencio. Con un gesto estudiado, el comandante del campo acercó la débil luz amarillenta de la lámpara, ennegrecida por las cagadas de moscas y clavó su mirada de halcón en el muchacho inmóvil.

.- Estamos planeando mandarte al extranjero, dijo.

.- Estoy preparado para cumplir con cualquier misión.

El comandante se levantó de su silla y se concentró en el ocaso violento y húmedo, típico de esa temporada en las selvas amazónicas, mientras se le acercaba al sacerdote sudamericano desde atrás, suave y secretamente, como para compartir con él una confidencia íntima:

.- Déjame darte un ejemplo de una posible misión, le murmuró al oído, mientras Fabio, con la mirada colgada al frente, palidecía lentamente como una núbil doncella a punto de ser desflorada por el señor feudal la noche anterior a su casamiento:

.- Podemos ordenarte que vayas al consulado Belga en Caracas y pidas una visa. Que viajes a Bruselas como turista y a pocos metros de la Galería Portier, sobre la Rue Madeleine, tendrás que buscar alguna anciana que necesite dinero. Le das 2.000 o 3.000 euros. Te presentas con la mujer ante un juzgado para que diga que eres su nieto, que se reencontraron después de casi dos décadas de separación porque tu padre había emigrado a Venezuela. Cuando tengas todos tus papeles en regla, te comunicas con nosotros y esperas nuevas instrucciones.

En ocasiones, Szymon Litvak repetía como propias, las palabras de Yitzhak Shamir para dar por concluida aquellas charlas: "Nosotros hacemos la guerra. Ellos asesinan", Eran las palabras que pronunció aquel Primer Ministro de Israel después de firmar una extraña sentencia de muerte que, por cierto, no era la primera en sus 76 años de edad. Aquel día, antes de volver a su mesa de trabajo, Shamir se acercó a la ventana y contempló nuevamente la fría mañana en Jerusalén. Ese domingo de enero de 1992, la ciudad comenzaba a despertarse después del feriado sabático y Litvak, su guardaespaldas de más confianza y a veces su confidente, fue el único testigo de una inusual y poco común descripción que hizo Shamir de Jerusalén:

.- Jerusalén no es sólo la cuna de tres grandes religiones, sino también del fanatismo. En esas tierras donde predicaron los Profetas de Israel, Jesús y Mahoma la historia no es pasada sino presente. Allí radica su magia y también su pecado.

A espaldas de Shamir había unos estantes repletos de enciclopedias y algunas fotos de dos etapas de su vida que lo habían marcado definitivamente: retratos de sus familiares exterminados en el Holocausto y varias fotografías de los tiempos heroicos de la clandestinidad. Uno de sus trofeos predilectos era la orden de captura emitida por los ingleses que aún hoy le impide ingresar a Gran Bretaña. Desde antes de la fundación del Estado de Israel, como líder del grupo terrorista Stern, había combatido contra los británicos y los árabes. Luego, como jefe de operaciones del Mossad en Europa - cargo que desempeñó hasta 1963-, este hombre menudo y adusto y de bigote recortado, dirigió una unidad encargada de eliminar a científicos nazis como Hans Kleinwachter quienes, -según reveló el diario Haaretz- colaboraban con el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser en la producción de cohetes.

Al retornar a la vida civil, Shamir se dedicó a la distribución de películas francesas y trabajó en una fábrica de plástico, aunque nunca renunció del todo a la vida conspirativa. Por el contrario, siempre sostuvo que los años en el Mossad fueron los más felices de su vida.

.- Ni la política ni la función pública se comparan con ellos, decía.

Por extraño que pueda parecer, Yitzhak Shamir, el hombre que alguna vez fue más extremista que Menajem Begin, era considerado por muchos israelíes un hombre sólido, moderado, sensato, precavido y pragmático. Shamir leyó una vez más el informe de Aman, el servicio de inteligencia del Ejército, que llevaba el sello ‘Sodi Beyoter’[3], interrumpiendo de vez en cuando la lectura para tomar un sorbo de té. Siria había jugado un papel clave en la negociación secreta conducida por un enviado de la ONU, Giandomenico Picco, para la liberación de una docena de rehenes occidentales en el Líbano y el embajador sirio había participado personalmente en la entrega de cada uno de los liberados. Los líderes de Hezbollah temían ser blancos de la venganza occidental después de que entregasen sus últimos prisioneros, advertía el informe. Sin embargo, ninguna de las rutinarias evaluaciones de las distintas ramas de los servicios secretos mencionaba a la Argentina entre los posibles blancos de represalia por la ejecución que Shamir estaba a punto de ordenar.

El nombre de Argentina jamás se le hubiera pasado por alto. Fue allí donde el Mossad, con la captura del jerarca nazi Adolf Eichmann en 1960, realizó una de las operaciones más brillantes de la inteligencia moderna. Pero tampoco hubiera podido imaginar que en ese país el Mossad sufriría su próxima gran derrota que, por otra parte, tampoco sería la última: exactamente un mes después de que se ejecutara la condena a muerte dictada por Shamir aquella mañana de enero de 1992, la embajada de Israel en Buenos Aires volaba en mil pedazos.

Fabio apagó suavemente la computadora portátil, con la intensa saturación de emociones de quien cierra, mentalmente, algún escabroso capítulo de cualquier telenovela suramericana. La soleada mañana en las playas del Mar Rojo, frente al Sheraton Moriah, se había convertido en una encantadora noche, repleta de luceros y estrellas que Fabio podía divisar cuando la brisa salobre de la playa mecía el fresco cortinaje del balcón.



[1] Katsa Oficial de inteligencia del Mossad implicado en operaciones de campo. Su misión consiste en recabar información y dirigir a los agentes.

[2] Gehnna El fuego eterno.

[3] Sodi Beyoter: Muy confidencial




Este capítulo forma parte de la Novela "El Ocaso de los Tulipanes" ®Depósito legal lf06120088001562 del 18/abril/2008 - ISBN 9789801231615 / Radicación internacional Nº 7571 del 21/abril/2008 - Todos los derechos reservados © Andrés Simón Moreno Arreche Editorial Eróstanus

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