Editorial Eróstanus C.A.

Editorial Eróstanus presenta en este blog la producción literaria de Andrés Simón Moreno Arreche. Cada uno de los relatos, poemas, cuentos y novelas poseen depósito legal, ISBN y radicación internacional a través del Servicio Autónomo de Propiedad Intelectual de Venezuela (www.sapi.org.ve) y además están registrados en Safe CREATIVE. Es inaceptable la reproducción parcial o total de los textos posteados, sin la formal autorización de la casa editorial y del autor.

Bienvenidos

Bienvenido a mi blog "Las Narraciones de Eróstanus". Aquí podrás encontrar relatos breves, que hallarás agrupados en el mes de noviembre 2010, y 22 capítulos de la novela "El Ocaso de los Tulipanes", colgados en orden decreciente en el link del mes de diciembre 2010.

Los relatos breves, la gran mayoría de menos de 2.000 palabras, a excepción de tres, fueron publicados en una compilación en el año 2008 con el título "Relatos Para Contárselos A La Muerte"(ISBN 978-980-12-3162-2). Una segunda edición está en la imprenta de la casa Editorial Eróstanus C.A. patrocinadora de este blog.

La novela "El Ocaso De Los Tulipanes" es una narración de largo aliento. Se trata de 23 capítulos (22 de ellos colgados aquí) en los que se desarrolla una trama compleja que expone al lector las aparentemente imposibles, pero muy reales asociaciones entre las insurgencias latinoamericanas, el terrorismo internacional y los avatares de un presuntamente próximo cisma de la Iglesia Católica romana.
La primera parte comprende los 5 primeros capítulos. En ellos, la aparición de 'El Ángel de la Palabra' (Adonay Jinnú) antecede al inicio de una gran cruzada de concienciación mundial.
La segunda parte ('Los presagios de la Trinitaria Blanca') la integran tres intensos capítulos en los que Bianca, K'bar y muchos otros personajes del primer capítulo colocan al lector en una vorágine de eventos que se desarrollan en Europa, África y Oriente Medio.
Cierra la novela con los acontecimientos que desencadenará un tenebroso y escurridizo personaje, Absalón, su discípulo (Ehud Weizman) y los mercenarios de éste. Bogotá, Tierra Santa y los Montes vascos de Irún son los escenarios del desenlace de una historia densa, rica en personajes y ambientes, y apasionante de comienzo a fin.

Siéntate en tu butaca preferida y ponte cómodo para sumergirte en mis relatos y en mi novela. Sé bienvenido a mi mundo.

Andrés Simón Moreno Arreche

miércoles, 1 de diciembre de 2010

CAP 1 - El Ocaso de los Tulipanes / Alfonzo y Rosa

.- ¡Cédula… cédula! ¡Abrí las piernas!… ¡Manos contra la pared!… ¡Cédula!… ¡Que abráis las piernas, nojoda! Hey, vos, paráte ahí. Muéstrame tu cédula.Y vos, vení pa’cá. ¿Dónde está tu cédula? ¿Se te perdió? ¿Te robaron la cartera? ¿Y vos creéis que yo soy pendejo? Ese cuento se lo váis a echar a mi Comandante. ¡Cabo!

.- ¡A la orden, mi Sargento!

.- Embarque a los detenidos en la camioneta pa’ ficharlos en la comandancia, pero primero me le dáis tres peinillazos a este negro por alzao… Tres a este por marico y al mudo aquel me le arrecostáis diez, a ver si habla y cambia esa mirada como de becerro recién destetado.

.- Y si no habla ¿Qué hago, mi Sargento?

.- ¿Qué más? Lo embarcáis en la camioneta porque entonces el mudo es mudo de verdad. ¡No me cuestione la orden! ¡Proceda incontinenti ¿Me entendió?

.- Si mi Sargento.

¡Zuáz… zuáz! Silbaba la peinilla del Cabo Remberto al cortar el aire de aquella húmeda y maloliente madrugada en el mercado, antes de plantar su huella blanca y caliente sobre las nalgas o en el costillar de los retenidos.

.- ¡Ay mi madre!... ¡Diosito, no me déis más!... ¡Ya está bueno, que me váis a matar!

Letanías localistas en las que se entremezclaban los ayes, los coños y los carajos con alusiones a San Juan de Dios, La Virgen de Chiquinquirá y San Judas Tadeo. Se trataba de una redada policial. Una de esas que se ejecutan cotidianamente en la mayoría de las ciudades latinoamericanas, pero ésta fue a las dos y treinta de la madrugada de un sábado de fin de mes, en el centro de Maracaibo, la segunda ciudad de Venezuela, famosa entre otras facetas por estar asentada en la orilla occidental del reservorio de agua dulce más grande de Suramérica, hoy convertido en una gigantesca letrina de detritus humanos y contaminantes industriales, gracias a un supuesto progreso que vierte en el Lago de Maracaibo diez mil litros por segundo de excrementos y sustancias químicas.

Maracaibo, la ciudad de las tres fundaciones y las cinco invasiones de piratas y corsarios. Maracaibo, la ciudad desbordada de ranchos miserables y sobrepoblada por colombianos indocumentados. Quizás sea por tanta invasión histórica que en Maracaibo, cualquier lote de terreno es invadido de la noche a la mañana, habitado precariamente por unos ‘sin-techo’ convenientemente dirigidos por manipuladores sociales de oficio, que luego son desalojados por la policía, sólo si el dueño del terreno tiene suficiente influencia política o dinero, para que días o semanas después el espacio sea invadido de nuevo, hasta por la misma gente desalojada anteriormente. Invasiones, desalojos con la fuerza pública, más invasiones y se repite una y otra vez el miserable ciclo que plantea la lucha de clases entre quienes poseen bienes de fortuna y los miles de marginados que llegan a Maracaibo en pos del nuevo ‘dorado negro’, pero lo que encuentran es miseria, marginalidad y manipulación de sus esperanzas.

La redada, una de las tantas que se ejecutaron esa noche por la ciudad, se desarrolló en Las Pulgas, el viejo mercado popular, el más grande y céntrico de la ciudad, ubicado a orillas del lago, en la cabecera Norte del malecón.

.- Mi Sargento, hay una novedad que debe conocer antes de arrancar pa’ la comandancia: El mudo habló.

.- ¿No se lo dije? Ese, o era mudo de verdad o hablaba después de los peinillazos ¿Y cuándo habló? ¿A los primeros peinillazos?

.- No, mi Sargento, habló después que le arrecosté los diez que usté le mandó a dar.

.- ¿Y qué dijo?

.- ‘Yo te perdono’. Vea Sargento, ese tipo está sollao.

.- Pa’ que vos veáis. El mudo resultó ser un loco.

.- ¡Bértiale, Sargento! Pero lo que me asombró fue que luego de los peinillazos, el loco estaba tranquiliiiito, como si le hubiera dado diez saludos, y a usté le consta que yo me les afinco cuando usté me lo ordena.

.- Ah no, primo. Ese, ni es mudo ni está loco. Ese está drogado. Al llegar a la Comandancia me lo encerráis con la puta aquella, la grandota, que también está como en el otro mundo y me recordáis hacer copia del reporte pa’ la DEA, a ver si a éste le sacamos más información del distribuidor, porque para interrogar a la puta habrá que esperar varios días pa’ que se de cuenta dónde está.

La metodología local para hacer cantar a un detenido no había variado mucho desde la época de la dictadura. Todavía en estos días de supuesta democracia y de vigencia de los derechos humanos, la electricidad en los genitales y las palizas eran el procedimiento de interrogatorio más común, aunque ahora la golpiza tenía una variante innovadora: ‘El jonrón’, que consistía en forrar el cuerpo desnudo del prisionero con una delgada colchoneta y de seguidas se le golpea con un bate de béisbol, lo que ocasiona serios desgarramientos internos sin dejar rastros visibles sobre la piel.

De todos los detenidos en la redada, solo dos permanecieron despiertos, entre sesiones de golpes y de interrogatorios. Una fue la prostituta, que no lo era porque se trataba de una adicta que paradógicamente hacía esfuerzos por alejarse de la droga, mientras pretendía mantenerse vigente en el exigente mundo de la moda y el fashion bussines. El otro despabilado a golpes fue el presunto mudo, que tampoco era un adicto. Abiertos los respectivos expedientes, ambos fueron remitidos a reclusión preventiva. Él, a la Cárcel de Sabaneta, la más peligrosa de Suramérica; ella, a la Prisión de Mujeres, ambos a la orden del Fiscal 32. Ocho días después, tal como lo establece el Artículo 37 del Código de Enjuiciamiento Criminal de Venezuela, fueron puestos en libertad.

Los compañeros que tenía Adonay en La Puerta de Oro estaban preocupados por él. En administración le habían preparado la liquidación de sus prestaciones sociales y el cheque lo había depositado la señora Méndez, dueña de la carpintería, en las oficinas del Ministerio del Trabajo.

.- Uno o dos días al año se pueden tolerar, pero toda una semana, eso sí que no. Comentaba en voz alta la señora Méndez de regreso del Ministerio, mientras repartía órdenes sólidas y duras como la madera de samán de su escritorio:

.- Alfredo ¿Qué ha sabido usted de Adonay?

.- Hasta ahora, nada, doña. Sin embargo por el barrio dicen que cayó en una redada policial por Las Pulgas.

.- ¡Vé, chico! ¡Quién lo iba a saber! – terció otro de los carpinteros.

.- No hagamos de eso un jolgorio -cortó en seco la señora Méndez, y de inmediato reorganizó los trabajos pendientes – Alfredo, usted se encargará de terminar el trabajo que el licenciado Alfonzo contrató… Y ya nos arreglaremos yo y usted con el pago. Por ahora, métale el pecho desde ya porque el licenciado ha venido dos veces preguntando por ese trabajo.

En efecto, el licenciado Alfonzo Ferrer había pasado dos veces seguidas la semana anterior por La Puerta de Oro para enterarse de los avances del trabajo que había ordenado: Un clóset con puertas de romanilla, similares a las fotografías de la película ‘Casa Blanca’ que trajo como referencia; dos puertas en pardillo, labradas y laqueadas al natural y ocho módulos para una cocina de estilo americano, todo para ser instalado en su apartamento.

.- Rosi, ¿Llamaste a la carpintería?

.- Si, señor Ferrer. La señora Méndez dijo que esta semana, sin falta, le lleva las puertas y el clóset, pero que los gabinetes de la cocina se los tendrá listos para dentro de diez días.

.- ¿Me llamó alguien en la mañana?

.- No señor Ferrer. Bueno… más bien sí. Llamó un tal doctor Labarca. Dejó el número de su celular y dijo que llamaba en relación a…

Un silencio innecesario entre secretaria y jefe antecedió a un comentario aún más imprudente:

.- En relación a... ¡Tú sabes quién!

.- ¿Qué te sucede, Rosi? ¿Por qué me hablas así? Te he dicho, una y mil veces, que aquí en la Agencia mantengas la distancia, y si Labarca me llama en relación con algo que tiene que ver con Janet, en primer lugar ‘eso’ no te incumbe y en segundo lugar... Mira, no quiero empezar ni ahora ni aquí la sempiterna discusión sobre Janet.

Y atiplando la voz para remedar la vocesita de Rosi, Alfonzo continuó en son de burla:

.- Que si esto… Que si lo otro… Que si Janet hizo esto… Que si Janet deshizo aquello Y recuperando su engolada voz de falso barítono, sentenció: A ti consta que Janet y yo rompimos relaciones hace mucho tiempo y que si estoy gastando un dineral en remodelar el apartamento, es por ti, para complacerte, para que de una vez te vengas a vivir conmigo. Así que ¡cállate y recuerda quién soy aquí!

.- Está bien, no me grites. Pero te recuerdo que fue ella la que decidió qué se debía arreglar y qué se debía cambiar en tu apartamento. La muy puta, esa.

.- Rosi, te lo suplico por última vez: No sigas con el tema de Janet porque ya me estoy hartando de tus estupideces de niña provinciana. Coge mínimo, asume tu rol de secretaria y comunícame con el doctor Labarca por la central telefónica mientras hago unas llamadas por mi celular.

Y dicho esto Alfonzo se concentró en revisar su agenda del día en el IPod, ignorándola totalmente. Rosi se le quedó mirando por breves instantes con la ceja izquierda arqueada antes de abandonar como una tromba la espaciosa oficina del Vicepresidente de la Agencia. Vestía un fresco traje de lino color crema, muy conveniente para el calor tropical que se empezaba a sentirt en todo Maracaibo. La mañana que se colaba por el amplio ventanal de la oficina le dibujaba unas contorneadas y larguísimas piernas, pero lo que más le atraía a Alfonzo de aquel metro ochenta y dos de mujer eran sus senos, unos enormes pero bien proporcionados senos, tipo ‘pera’ perfectamente erectos, que casi nunca sentían el abrazo de un brassier.

El fin de semana Rosi y Alfonzo lo habían pasado juntos. Casi todo el sábado en el yate de su tío y desde esa tarde hasta la madrugada del lunes, en el apartamento de ella, en una especie de olimpíada sexual. Esas sesiones semanales producían en la pareja resultados opuestos, pues mientras Alfonzo quedaba literalmente exhausto, motivo por el cual esa mañana de lunes prefirió quedarse dormido en la cama de ella hasta las diez, a Rosi la tonificaban íntegramente. Su piel morena y sus grandes ojos verdes adquirían un brillo y una tersura especial, y muy dentro de sí sus entrañas pedían más y más sexo. Aquella extraña mezcla de raza, india guajira con ario alemán, estaba haciendo trizas la estabilidad matrimonial de muchos grandes empresarios en Maracaibo, pero producían un efecto más bien leve en el hombre de su vida.

Desde los años de su ‘blanqueo’ hasta sus actuales 28 años Rosi tuvo conciencia de que su cuerpo, mezcla exótica de india guajira con blanco europeo, provocaba una atracción fulminante, tanto para hombres como para mujeres. Se enamoró de si misma desde el día que cumplió sus quince años, cuando pudo contemplarse desnuda y a cuerpo entero por primera vez. Sucedió en el vestidor de una de las tolderías domingueras en Paraguaipoa, población mayoritariamente guajira ubicada en la Península de La Guajira, en territorio venezolano. Ese día también conoció a su padre biológico, Wolfgang Trokembrodt, un geólogo alemán contratado por la empresa estatal petrolera –PDVSA- para dirigir las exploraciones costa afuera en el Golfo, 16 años antes. La sorprendió desnuda, sobándose los pechos frente al espejo, dentro del minúsculo vestier.

.- ¿Tashira sabe que soy su ‘papá-blanco’?

Con estas palabras la despertó de su ensimismamiento sensual aquel enorme hombretón que la veía con lujuria. Como una pantera le arrebató la cortina de plástico, se vistió apresuradamente y le contó lo sucedido a su madre y al marido de ésta. Arisca como una cabra de monte, cerrera como las mulas del desierto y perfectamente bilingüe, Rosa Trockembrodt Uriana se dirigió a su madre en lengua wayúu:

.- Mamá, ese hombre me vió desnuda

.- Umjú –respondió indiferente la india.

.- Pero mamá… Te digo que me vio desnuda ¿Por qué no le dices eso a Juancho, para que lo castigue según nuestras leyes?

.- Umjú – volvió a responder la india, esta vez dándole la espalda. Y Rosa entró en pánico. Recordó las historias que le relataron las viejas de su clan y cayó en cuenta de lo que estaba sucediendo: La habían vendido.

.- ¿Por qué mamá? ¿Por qué si yo siempre me comporté como una ‘tashira’ buena? Sigo tus órdenes y también las de Juancho ¿Es porque soy más blanca? ¿Es eso? ¿Me vendes porque soy ‘yuca’?

.- No, él te vino a buscar y yo no puedo hacer más nada que entregarte.

.- ¿Qué? ¿Por qué? ¿Y quién es él?

.- El es tu padre de semen. Te llevará a Maracaibo y te dará dinero para que compres mercancía acá y la vendas allá. Vivirás bien con él… Dice que te tiene reportada en una contratista.

.- Pero mamá…

La lividez de Rosa hizo más blanca su tez. Su madre recogió a los otros tres muchachos, todos menores que Rosa y sin despedirse de ella la dejó allí, en las tolderías de Paraguaipoa. Y mientras Rosa veía cómo la chirrinchera avanzaba lenta y con dificultad entre los cardonales y las tunas con rumbo al desierto llevándose la única vida que conocía, una inmensa mano blanca y velluda, tachonada de pecas se posó en su hombro desnudo.

Eso fue hace diecinueve años. La llegada a Maracaibo en un carro con aire acondicionado resultó ser una curiosa novedad para una muchacha acostumbrada a viajar en ‘chirrincheras’, ruinosos camiones de carga pesada convertidos en transporte para pasajeros, donde se comparte el viaje y el sol con wayúus (personas) alijunas (criollos casi personas) y animales. Diecinueve años, el mismo tiempo que había transcurrido desde que su padre la violó por primera vez aquel domingo. Sucedió en las afueras de las tolderías de Paraguaipoa, a orillas de la carretera, bajo el abrigo celestino de unos chamisares crecidos a la vera de la ruta donde Wolfgang estacionó el Buick Skylark blanco y comenzó el manoseo que Rosi no pudo evitar y que preludió una desaforada y violenta posesión brutal.

La contratista a la que, supuestamente estaba reportada como auxiliar de secretarias, resultó ser una mugrienta barra de ficheras ubicada en la zona de tolerancia en Maracaibo. Allí la instaló su padre como ‘azafata’, eufemismo con el que se encubría la verdadera profesión en la que se iniciaba: de prostituta barata. Su estatura y su impactante belleza natural se popularizaron por toda la zona, y entre las sodomías de su padre, los abusos de coitos inconclusos de los clientes borrachos y la solidaridad gremial de compañeras como Janet, Rosi comenzó a delinear un perfil sexual atípico, pues notó que le atraían por igual la condescendencia dulzona y algo artificial de las lesbianas del ambiente, como el comportamiento sexual de algunos hombres sexualmente ‘cargados’ que le provocaban orgasmos múltiples y en cadena.

Muy atrás en el tiempo y en su memoria quedó la imagen protectora de su madre biológica, María, la que según supo meses después, la había vendido a su padre por un millón de bolívares, cantidad con la que María y Juancho se dedicarían al contrabando de cigarrillos entre Colombia y Venezuela. Ahora, flamante secretaria ejecutiva de la Vicepresidencia de una de las más importantes agencias de publicidad de Venezuela, Rosi se dirigía a su oficina luego de la acalorada pero discreta discusión con Alfonzo. El recuerdo de Janet la había perturbado, pero también la había mojado toda. Es que no podía apartar de su mente las muchas veces que ambas, medio borrachas de tanto vino barato vendido a los clientes del bar como champán legítimo, habían enloquecido de placer haciendo el amor juntas. El recuerdo vívido de Janet penetrándola con un inmenso falo de goma la excitó en ese momento, y en vez de llamar al doctor Labarca tomó su cartera y se dirigió al lavabo de damas: una rápida masturbación con el lápiz labial la calmaría, aunque sólo momentáneamente.

.- ¿Aló…Alfonzo? Te habla Labarca ¿Cómo estáis?

.- ¡Epale, hermano! ¿Qué ha pasado contigo? No te vi el viernes por El Náutico, y ya que lo menciono, el mesonero aquél… Ya sabes a quién me refiero… Preguntó por vos. ¿Y a qué debo tu llamada?

.- Ya te lo debes suponer: Janet, otra vez Janet. Mirá, vamos a aclarar algo: Yo te hice el quite aquella noche, pero esa mujer ha resultado ser más pegajosa que un chicle. Resulta que ahora cayó en una redada por Las Pulgas… No, hoy no…. Hace como diez días y recién me llamó para que nuevamente hiciera de redentor sin haberla crucificado ¿Me entendéis? Vé., te informo que me debéis trescientos mil.

.- ¿Qué? ¿Vos estáis loco? ¿Cómo es la verga?”

.- Como la escucháis es como es: tres-cien-tos-mil. Eso es lo que tuve que pagar, a nombre tuyo, entre funcionarios de la policía, medicatura forense y otros ‘gastillos’ más.”

.- ¡Ajá! ¿Y a cuenta de qué vos pagastes esos cobres a nombre mío?

.- Porque resulta y acontece que la ‘niña’ cargaba un fajo de tarjetas de presentación que la acreditan como ‘Ejecutiva de Cuentas’ de tu empresa, además de tener dos extensiones de tarjetas de crédito corporativas de tu agencia, que por si lo olvidaste… ¡fueron autorizadas por ti! ¿Cómo te quedó el ojo? En medio de los reporteros que cubren la fuente de sucesos se corrió de inmediato el rumor de que una ‘alta ejecutiva’ de tu empresa había sido arrestada, totalmente drogada, y para empeorar más el asunto, en Las Pulgas. Bueno, no te ubicaron a vos pero uno de los fiscales públicos me ubicó a mí, y bueno… Te podéis imaginar lo que me tocó hacer: Cobres pa’ los policías… Cobres pa’ los fiscales… Cobres pa’ los de la Cárcel. Así que porai ya te llegará el recibo, que por cierto no incluye mis honorarios, que pienso cobrártelos ‘bien cargaditos’ y en persona, así que vé preparando la billetera y ni se te ocurra retrasar el pago de los gastos, porque no son míos: los tuve que sacar en efectivo del fondo de emergencia del buffete.

.- ¡Qué verga, coño! Bueno, mandá el recibo hoy mismo y vamos a vernos mañana en El Náutico.

Alfonzo lanzó una maldición mentalmente al tiempo que cortaba la llamada. Por la otra línea tenía otra llamada: era la señora Méndez que le confirmaría lo que ya le había dicho Rosi: que los trabajos estaban atrasados.

.- Usted sabe cómo son los empleados, licenciado. Son muy incumplidos. Fíjese en el amigo suyo, Adonay, hace nueve días que está detenido, pero no se preocupe, que aquí le vamos a terminar sus trabajos entre esta semana y la que viene, a propósito, aquel cheque que nos dio, resultó que...

Eran casi las tres de la tarde. En media hora o menos se efectuaría la reunión del Comité Ejecutivo y él tenía que prepararse para una verdadera batalla campal: La elección de la dupla de ejecutivos, seleccionados del seno de aquel comité, que representarían a la Agencia en la mesa directiva de la casa matriz en New York. Por tradición familiar (su tío integró la dupla durante 25 años seguidos) y por innegables éxitos profesionales, Alfonzo se sentía con pleno derecho para integrar esa dupla. Poco le importaba quién tendría por compañero, aunque fuese el mismísimo Molina, otro de los Vicepresidentes con quien tenía, hace muchos años, un enfrentamiento profesional y personal por el control del poder en la Agencia. De momento, lo importante para Alfonzo era pertenecer, a toda costa a esa mesa directiva en La gran Manzana, el verdadero epicentro del control ejecutivo de las 75 agencias de publicidad, entre propias y asociadas, diseminadas en las principales ciudades de Estados Unidos, Europa y Suramérica.

Se encerró en su oficina para meditar y planificar su estrategia y seleccionar la batería táctica y logística que presentaría para su autopromoción. También tendría tiempo para realizar dos llamadas que le garantizarían un apoyo decisivo, en caso de que se presentase algún empate entre él y otros Vicepresidentes. Una de esas llamadas, por la línea interna, fue para Administración. Pidió el libro consolidado de facturación y cobranzas de las cuentas publicitarias manejadas por él y su equipo. Con las nuevas cuentas conseguidas, ya en plena facturación y con un volumen de cobranzas por debajo de los 60 días promedio, aquel informe era prueba más que suficiente para demostrar no sólo su capacidad gerencial sino para respaldar su merecido ascenso. La otra llamada estaba destinada a una rápida conversación con uno de los miembros de la mesa directiva de la casa matriz en New York, para asegurar una carta bajo la manga: Le pediría que hiciera una videoconferencia para preguntar, en plena reunión del Comité Ejecutivo por la persona que le acompañaría en la dupla, haciéndoles ver que en New York se daba por descontado que él. Alfonzo, sería quien relevaría a su tío, don Valverde.

Alfonzo calculó que a las tres y cuarenta y cinco el Comité estaría instalado. Decidió retrasar su llegada cinco minutos más y así le daría cierto dramatismo y realce a su presencia, y según sus cálculos, ese era el toque mágico que necesitaba. Salió de su espacioso despacho y le ordenó a Rosi tomar nota de todas las llamadas de ahora y hasta la finalización del Comité, pues no quería ser interrumpido.

.- Si, ya lo se – contestó Rosi con ironía, haciendo énfasis en el pronombre- Y ya que ‘us-ted’ menciona el Comité, el señor Molina llamó hace una hora preguntando por ‘us-ted’, porque le Comité se adelantó.

.- ¡Coño, Rosi! ¿Y por qué no me avisaste enseguida?

.- ¡Un momento, licenciado Ferrer! Me baja el tono de la voz. ‘Us-ted’ estaba encerrado en su oficina, y si no recuerdo mal sus instrucciones, cuando ‘us-ted’ se encierra nadie puede molestarlo ni pasarle llamadas. Así que si no le avisé antes es porque estaba esperando que ‘us-ted’ saliera de su encierro para decírselo.

Esa era la manera como Rosi le cobraba el desprecio reciente y el estado de insatisfacción sexual en que últimamente la dejaba, a pesar de todo su esfuerzo y sus encantos femeninos durante el fin de semana. Además, masturbarse evocando a Janet le producía un profundo sentimiento de culpa, más ahora que el nuevo catecismo consideraba pecado la auto satisfacción sexual.

.- ¡El muy coño de su madre se merece quedar fuera de la dupla, nojoda!

Lo dijo mentalmente mientras le regalaba a Alfonzo una de aquellas sonrisas plásticas largamente ensayadas en sus días de fichera de la zona de tolerancia y que dedicaba a los clientes estúpidos pero con suficiente dinero en el bolsillo.

Alfonzo se dirigió a trancos hacia el salón de sesiones. Pasó por Administración para retirar el Pendrive con la información solicitada y al pasar de regreso frente a la oficina de Rosi, la dejó con la palabra en la boca. En ese momento ella iba a decirle que Adonay el carpintero lo esperaba en la recepción, pero no pudo porque además de la actitud hostil hacia ella, Alfonzo pasó como ‘alma que lleva el diablo’.

La dupla fue elegida en el seno del Comité por unanimidad. Además de Molina iría Ernesto Paz, el Vicepresidente de Planificación recién contratado. Mientras Yadira recogía la firma de los asistentes en el Libro de Actas, Alfonzo llegó con el corazón en la boca, la corbata desarreglada y un rictus de desesperación que le crispaba el bigote.

.- Alfonzo ¿Y tú estabas en la Agencia? – le preguntó Sergio, el Vicepresidente de Administración, al toparse con él a las puertas del salón de sesiones – Nadie sabía de ti, ni siquiera tu secretaria, y como supusimos que al no estar presente no tenías interés, elegimos a Alberto Molina y a Ernesto Paz para New York.

Detrás de Sergio sonreía el corpulento Alberto Molina, su astuto rival, que a sabiendas que se encontraba ‘enconchado’ en su oficina, negó rotundamente haberlo visto por la Agencia. Ahora comprendía Alfonzo por qué y por quién se había adelantado la reunión. Uno a uno fueron saliendo los Vicepresidentes y cuando el salón estuvo vacío se encendió la pantalla gigante para la videoconferencia, pero Alfonzo ni siquiera pulsó el control remoto para aceptar la llamada y aunque sabía quién y para qué llamaba el que llamaba, se quedó mirando fijamente el gigantesco monitor ultra delgado, hasta que las voces fueron desapareciendo poco a poco y el vacío del salón y el azul de la pantalla le arroparon su soledad.

Este capítulo forma parte de la Novela "El Ocaso de los Tulipanes" ® Depósito legal lf06120088001562 del 18/abril/2008 - ISBN 9789801231615 / Radicación internacional Nº 7571 del 21/abril/2008 - Todos los derechos reservados © Andrés Simón Moreno Arreche Editorial Eróstanus

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