Llegaron con apresuramientos diferentes. Él, con las urgencias de su sempiterna eyaculación precoz. Ella, con la emergencia escarlata de su saldo bancario. No era la primera vez que él hacía el amor mientras ella le copulaba. Había transcurrido un largo y tedioso año para ella, mientras que para él sólo habían pasado los primeros doce meses de una nueva vida, lapso durante el cual pudo experimentar una que otra vez la indescriptible sensación de un orgasmo.
Se conocieron en la Bolsa de Valores mientras ella le pedía al comisario de la rueda veinticuatro horas más para reponer en efectivo los cheques devueltos. Una silenciosa y negativa mirada le clavaba el comisario cuando se acercó Heriberto para mediar en una situación que ya se volvía incómoda e insostenible para ella. La rotunda presencia del acaudalado corredor hizo cambiar el semblante del comisario y también la suerte para la pelirroja Laureen.
Aquel encuentro preludió muchas esperanzas para Heriberto y muchas decepciones para Miss Clark, pero esta tarde, mientras aún semi desnuda se quitaba los zarcillos de esmeraldas, vio a través del espejo su adiposa figura desparramada sobre la cama y entonces decidió cambiar de amante. Sin decirla ni una palabra, se levantó de la cama, caminó en silencio hacia la puerta y mientras oía sus desgañitados gritos desde el lujoso living del piso 47 se vistió parsimoniosamente dentro del ascensor y por primera vez en los últimos doce meses experimentó el leve temblor de piernas que anteceden a la primera oleada de orgasmos.
Salió corriendo hacia el sótano. Se detuvo frente a su Corvette amarillo y allí, recostada sobre el capó del vehículo, con rabia, con una rabia que le carcomía las entrañas y que la enervaba hasta el clímax, celestineada con la semi oscuridad del estacionamiento subterráneo, respiró hondamente capturando todo el aire que pudo trasegar a través de las minúsculas fosas nasales de su nariz recién construida y reponiéndose de la carrera así como de su desventurada relación con Heriberto, hizo lo único que se podía esperar de una mujer insatisfecha: se masturbó.

Angelito Andres! Waoo que tal historia.
ResponderEliminarTe felicito por ese toque que le das a tus escritos.
Besitos.