Llegó al pueblo una polvorienta tarde de agosto. La ventisca formaba rebullones de palos y hojarascas que se perdían al final de la calle única. Varias contraventanas desdentadas azotaban su soledad contra los marcos y un polvillo entre gris y pardo velaba el sombrío paisaje de casas semi derruidas, adosadas cansonamente unas contra otras, a uno y otro lado de la calle desértica. El carretón le había dejado allí casi sin detener la marcha y le despidió arrojándole un puñado de guijarros sobre sus botas negras. Pasado el fragor de la estampida, fue envuelto por la pesadez del ambiente que le llegó cabalgando desde el Este sobre una calurosa nube de polvo. El sol apremió sus pasos. El contenido de la maleta también.
Desde su balcón le vio llegar. Un silencio y un vacío de alma acompañaron su profundo suspiro, después del cual una mariposa roja y amarilla brotó de su oreja izquierda. Junto con esta primera excrescencia se metamorfosearon las demás crisálidas que tenía dentro de si y en un tirabuzón multicolor, millones de mariposas salieron de ella y volaron hacia él para señalarle la ruta.
De improviso, el visitante se encontró en su habitación. Demudados, tan sólo atinaron a verse desde el espejo de sus almas y luego de cinco días de silencios fue él quien inició el diálogo temido:
.- “Soy yo. ¿Lo sabías?”
.- “Si, lo supe aquella mañana, aunque me lo temí siempre ¿Lo trajiste?”
.- “Si. Era inevitable.”
.- “Entonces, ¿Qué esperas?”
.- “No soy yo quien espera.”
Y sin cruzar más palabras, el visitante desplegó la maleta sobre la esquina de su camastro y una nube celeste y plácida les cobijó. Las mariposas retornaron a ella junto con la alegría de las mañanas primaverales y cuando la habitación se colmó con el azul transparente de la neblina extranjera, la mujer inspiró una bocanada.
.- “Pocas veces como ésta, la muerte es una esperanza.”
.- “Tienes razón, mamá"

Hola Andres, aqui estoy yo haciendo una visita a tu blog. Que tengas una buena semana. Volveré sempre que pueda!
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