De improviso, aquel pequeño jardín donde todos los días se dedicaba a exterminar los insectos y gusanos, se le había convertido en un gigantesco bosque tropical, donde la más insignificante de las hojas poseía un tamaño desproporcionadamente brutal. La mata de cayena colorada tenía, al menos, unos treinta metros de altura y el tallo que tantas veces podara de rodillas se elevaba con una majestuosidad amazónica. No había dudas, estaba en su jardín, no muy lejos del tiesto de barro recién comprado, con su etiqueta de barras adherida a un costado. Más allá divisaba la pala y el rastrillo de mano que ahora eran cien veces más altos que ella.
Caviló su situación un instante y entonces intuyó saber lo que sucedía: se creía desmayada y en su sopor mental supuso que todo se debía a la maldición que horas antes le había lanzado su hermana. Ahora ella era otro de esos gusanos que acostumbraba exterminar, a punto de ser aplastado por el zapato de su hija. Mientras veía acercarse su fin inexorable despertó de esa pesadilla y entonces comprendió que aquello no era una alucinación cualquiera: La realidad es que había fallecido y mientras un ángel la conducía hacia los planos del purgatorio, su alma experimentaba en sí misma la inmensa crueldad que tuvo durante su vida hacia los animalitos del jardín, el más venial de sus pecados.

Este relato forma parte del Volumen I de "Relatos Para Contárselos a La Muerte" ® Depósito legal lf06120088001563 ISBN 9789801231622 / Radicación internacional Nº 7572 del 21-04 2008 - Todos los derechos reservados © Andrés Simón Moreno Arreche Editorial Eróstanus™
MIS FELICITACIONES POR TU NARRACION Y POR TU BLOG .UN BESO MIRTA
ResponderEliminarTodo se paga...-¿el costo de disfrutar su obra?:La adicción que causa, y obliga a volver.
ResponderEliminarExcelente siempre Andrés.