El aglomeramiento de viajeros en el aeropuerto internacional de Kuala Lumpur era el de siempre: oleadas de pasajeros que se entremezclaban en una riada humana que iba y venía en un frenesí de tiempo, partidas y relojes, tan ordenadamente caótico como el caos que ordenadamente le dio inicio al universo. A la distancia, el rostro de una mujer anglosajona alumbraba desde el recodo del andén 24. Un estrépito se dejó colar desde su corazón cuando divisó en la distancia su pelo entrecano y su tez morena. Apagó el cigarrillo que fumaba a hurtadillas y supo al verle que aquel sería el amor para toda su vida. Entonces, mientras caminaba hacia el área de arribo de pasajeros, se abrazó para detener el retemblor de sus manos y le esperó a la salida de inmigración, pero nunca imaginó que al tenerlo frente a ella, a menos de un metro de distancia, su reacción fuera llorar de alegría como una loca.
Llegaron a su bungalú en las afueras de Ptalang justo cuando la primera lluvia monzónica de la temporada caía en una suave cortina de lágrimas que refrescaron el ambiente. Entraron al salón octogonal de su piso, alfombrado con esteras de bambú y tapizadas las paredes con una miríada de miniaturas de la artesanía local. Dejaron las maletas en la entrada y se prodigaron el más dulce de los besos. Afuera la lluvia arreció casi al mismo ritmo de sus pasiones y se amaron tiernamente, como en una sinfonía de Hyden.
A la mañana siguiente de toda una noche de lujuria, pasión y besos encendidos, ella se levantó, tomó su mano y la colocó suavemente en su pecho. Luego descorrió las cortinas y en la soledad de su minúscula cocina dejó escapar hacia el Este del bosque de humedales una lágrima de felicidad pero también de tristeza, de una tristeza infinita porque esa noche había compartido con él sus últimas horas de vida.
Si, me imagino lo que le esta sucediendo a ella. El relato me gusta, me llevo a mi pasado y al regresar confirmo que ella si morira porque eres realista y tambien porque te gusta jugar con la muerte. En la revista de Marcela comence a leer tus cuentos cortos y vi varios sobre la muerte, por eso me atrevo a decir que te gusta jugar con ella. Tambien yo lo hago en algunas de mis narraciones, aunque a veces dejo el final abierto para mayor suspenso.
ResponderEliminarUn abrazo, eres un gran escritor.
Nunca habrá una historia que me agrade mas que las otras(pero esta en particular,la atesorare),en cada una, tu narración es un eslabón entre lineas que me lleva a devorar la siguiente, ávida de encontrar un desenlace quizá distinto,pero la huella y sello del hacedor de historias es innegable,siempre llenas de magia el relato sin importar lo fugaz del momento.
ResponderEliminar-¿lo digo?besos incluidos en mi admiración por ti...