El sol cayó perpendicular por sobre el huerto de gladiolas y los materos de girasoles del jardín. Las últimas gotas de rocío se evaporaron con el resplandor de aquel sábado y la rosa, coqueta y perezosa, esparció su fragancia para darle la bienvenida. Cada hoja del gramado se unió al bullicio de los pájaros cuando asomó por la puerta y una a una, se inclinaron bajo su paso cuando se dirigió hacia el rosal.
La florista se inclinó, se deleitó con el aroma de la rosa pero sin darse cuenta comenzó a sangrar. Primero por el ojo izquierdo, luego a través de las uñas y de seguidas por cada uno de los poros. Antes de desfallecer por la intensa sangría, alcanzó a escuchar la melodiosa voz de la rosa quien le cantaba y se reía de ella, mientras le absorbía cada gota de su sangre para incrementar el intenso color de sus pétalos.
El cadáver fue dispuesto por las hábiles hormigas, y la ropa picada en trozos pequeñísimos por una miríada de langostas camufladas bajo la grama. Al mediodía llegó la policía pero no pudieron escuchar los gritos de las gladiolas acusando a la asesina, porque los humanos desconocen el clamor de la Naturaleza.
Este relato forma parte del Volumen I de "Relatos Para Contárselos a La Muerte" ®Depósito legal lf06120088001563 ISBN 9789801231622 / Radicación internacional Nº 7572 del 21-04 2008 - Todos los derechos reservados © Andrés Simón Moreno Arreche Editorial Eróstanus™
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