No había dudas. Era la más hermosa del vecindario, no sólo por la armonía arquitectónica de su estilo mediterráneo, sino porque el señor Roberto, único habitante de aquella fabulosa mansión, la había edificado de acuerdo a un diseño muy particular, fabricando con sus manos cada uno de los ladrillos en un improvisado horno a gas construido para tal fin al fondo del espacioso patio posterior.
Ladrillo a ladrillo, pared por pared, el señor Roberto erigió la impactante estructura de dos pisos y mil doscientos metros cuadrados durante los veinte años que llevaba habitando y construyendo en aquel lote de terreno. La única queja de los vecinos era el penetrante y ligeramente dulzón aroma que se desprendía por la chimenea del horno. No sucedía todos los días, sólo algunos fines de semana, pero generaba cierta molestia en los recién llegados, hasta que la costumbre lo hacía tan cotidiano como el aroma de los rosales que el infatigable señor Roberto cultivaba en los tres jardines frontales.
La urbanización había cambiado favorablemente durante aquellos veinte años porque las meretrices y proxenetas que solían recorrer la Avenida Principal de la urbanización desaparecieron al mismo ritmo en que el señor Roberto salía a pasear en su antiguo pero bien conservado Packard modelo 1940.
Este relato forma parte del Volumen I de "Relatos Para Contárselos a La Muerte" ® Depósito legal lf06120088001563 ISBN9789801231622 / Radicación internacional Nº 7572 del 21-04 2008 - Todos los derechos reservados © Andrés Simón Moreno Arreche Editorial Eróstanus™
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