La vibración de la pared le advirtió la proximidad de los muchachos que se acercaban corriendo y en completo desorden. Avanzaban en tropel desde la cancha de fútbol y como todos los miércoles por la tarde, de seguro que ya venían medio desnudos, propinándose codazos y empellones en una competencia por llegar cuanto antes a las duchas y aprovechar el agua fresca de las tuberías internas antes que llegara a las regaderas el flujo recaliente del agua soleada del tanque externo.
Ella soñaba con la posibilidad de ver a dos decenas de hermosos y juveniles cuerpos masculinos desnudos, sin que estos se dieran cuenta, desde niña esa había sido su más anhelada fantasía. Los imaginaba bajo las duchas, totalmente despreocupados, enjugándose torpemente sus torsos musculosos y sus potentes piernas de futbolistas, o frotando con innecesaria violencia el cuero cabelludo con los dedos crispados y, con abundante champú, pero lo que más le excitaba era imaginarse todos aquellos miembros flácidos, unos cortos y gruesos, otros largos y finos, bamboleándose con la natural indiferencia de la despreocupación de aquellos jóvenes atléticos, dedicados en cuerpo y alma a la práctica del fútbol.
Hoy convertiría su fantasía en realidad. Los vería desnudos, y lo más excitante es que se exhibirían ante ella, a menos de tres metros de distancia. Pero ese deseo lo había pagado caro, muy caro, pues la magia negra del vudú había transformado a la curiosa Marialicia en un gigantesco espejo de pared.
Ella soñaba con la posibilidad de ver a dos decenas de hermosos y juveniles cuerpos masculinos desnudos, sin que estos se dieran cuenta, desde niña esa había sido su más anhelada fantasía. Los imaginaba bajo las duchas, totalmente despreocupados, enjugándose torpemente sus torsos musculosos y sus potentes piernas de futbolistas, o frotando con innecesaria violencia el cuero cabelludo con los dedos crispados y, con abundante champú, pero lo que más le excitaba era imaginarse todos aquellos miembros flácidos, unos cortos y gruesos, otros largos y finos, bamboleándose con la natural indiferencia de la despreocupación de aquellos jóvenes atléticos, dedicados en cuerpo y alma a la práctica del fútbol.
Hoy convertiría su fantasía en realidad. Los vería desnudos, y lo más excitante es que se exhibirían ante ella, a menos de tres metros de distancia. Pero ese deseo lo había pagado caro, muy caro, pues la magia negra del vudú había transformado a la curiosa Marialicia en un gigantesco espejo de pared.
Este relato forma parte del Volumen I de "Relatos Para Contárselos a La Muerte" ® Depósito legal lf06120088001563 ISBN 9789801231622 / Radicación internacional Nº 7572 del 21-04 2008 - Todos los derechos reservados © Andrés Simón Moreno Arreche Editorial Eróstanus™
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