Llegó de primera a la cita en el café. Llegó como solía hacerlo en casos similares, con varios minutos de adelanto, sofocada y muy nerviosa. Esperar la impacientaba y sin embargo, siempre solía llegar antes de la hora fijada, situación tan paradójica como su propia actitud ante la vida: Amaba la placidez de la seguridad, pero también amaba la aventura. Le atraía la música clásica, pero también asistía a los conciertos de rock pesado. Era una lectora voraz, pero rara vez terminaba de leer los libros que comenzaba.
Había seleccionado una combinación de pantalón y chaqueta de dril, color beige, con una fresca blusa de seda de algodón estampado, pero al final optó por algo más espectacular: Un traje sastre blanco y negro, de falda corta y chaqueta ceñida, diseñado por Carolina Herrera; un sombrero negro de fibra tejida, con una cinta de seda roja, del mismo material de su llamativa bufanda. Zapatos de tacón número diez y cartera de cuero negro hechos a mano por la casa Hermenegildo Zegna de Italia. Completó su atuendo con un maquillaje sencillo, una gargantilla de oro y tres rociadas de Ashanti, el perfume de moda para esta temporada. Seleccionó la mesa convenida y al pasar por entre los comensales y los turistas que a esa hora de la tarde se daban cita, pudo comprobar por enésima vez, que aún llamaba la atención y que era capaz de hacer voltear a más de uno de aquellos atractivos ejecutivos, pero prefirió concentrarse en la reunión que tenía pautada para dentro de varios minutos.
Esperó con impaciencia hasta que le divisó a la entrada del café. Era espectacular y supo al verle que tendría que utilizar todos sus recursos. El corazón comenzó a latirle estrepitosamente y para disimular su turbación dirigió la mirada hacia el lago artificial que se divisaba a través del amplio ventanal. Cuando llegó a la mesa supo que había comenzado la batalla y sin dirigirle la mirada le conminó a sentarse. A partir de ese momento puso a prueba todo el amor que le tenía a su marido y sometió a examen sus quince años de matrimonio, al tener frente a ella la presencia arrogante y retadora de la amante de su esposo.
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