Por cuarta vez en el año, Mamabuela compraba un congelador vertical, de esos que no producen escarcha. Sin embargo el vendedor tuvo que explicarle de nuevo todas las ventajas de un aparato como aquél, como si aquella fuese la primera vez que ella compraba un congelador vertical. Doña Cleo escuchó pacientemente, suspiró al finalizar la perorata y extrajo de su desvencijada cartera un grueso fajo de billetes sucios y raídos para cancelar su nueva adquisición en efectivo, no sin antes protestar con la dulce vehemencia de sus años y con falsa indignación de cliente tradicional, el leve incremento en el precio del flamante congelador.
A las tres de la tarde del día siguiente llevaron el aparato y para el transportista y sus dos ayudantes fue una verdadera sorpresa instalarlo junto a otros diez congeladores más, en una espaciosa sala que bien podría ser un salón exposición de congeladores. Doña Cleo les obsequió con torta de chocolate y café, y después que los transportistas se fueron estrenó el congelador con las veinticinco bolsas de plástico negro en las que tenía el cadáver del último nieto que la visitó.
A las tres de la tarde del día siguiente llevaron el aparato y para el transportista y sus dos ayudantes fue una verdadera sorpresa instalarlo junto a otros diez congeladores más, en una espaciosa sala que bien podría ser un salón exposición de congeladores. Doña Cleo les obsequió con torta de chocolate y café, y después que los transportistas se fueron estrenó el congelador con las veinticinco bolsas de plástico negro en las que tenía el cadáver del último nieto que la visitó.
Este relato forma parte del Volumen I de "Relatos Para Contárselos a La Muerte" ® Depósito legal lf06120088001563 ISBN 9789801231622 / Radicación internacional Nº 7572 del 21-04 2008 - Todos los derechos reservados © Andrés Simón Moreno Arreche Editorial Eróstanus™
-¡Vaya!...dejare de quejarme por no haber conocido a mis abuelos...
ResponderEliminarMagnifico siempre,y para no variar...Sorprendente mago.